Argentina: Se acabó el letargo opositor – por Vicente Massot & Agustín Monteverde
El grado de antagonismo que permea la política criolla habrá de crecer en los próximos meses con prisa y sin pausa, o sea, en forma vertiginosa. Si acaso el pronóstico sonase algo tremendista bastaría echarle una ojeada a los avances hegemónicos del kirchnerismo en todos los frentes de batalla habidos y por haber, y a los aprontes algo tardíos pero no por ello inocuos de un arco opositor consciente del carácter predador de Cristina Fernández.En este orden el oficialismo no ha mostrado nada nuevo. En todo caso ha repetido cuanto inaugurara en mayo de 2003 y, desde entonces, consagrara como una fórmula propia de ejercer el poder. En cambio, quienes se hallan -dentro y fuera del peronismo- en la vereda de enfrente de la presidente y pugnan por frenar su desmesura, parecen haber despertado de un largo letargo y estar dispuestos a ponerse los pantalones largos de una buena vez.
Si se para mientes en las declaraciones y las medidas que han adoptado durante la semana pasada y la que está a mitad de camino, José Manuel de la Sota, Mauricio Macri y Daniel Scioli, salta inmediatamente a la vista una actitud diferente de su parte. El mediterráneo rompió el fuego al dar por concluido el Pacto Fiscal sellado el 12 de agosto de 1992, cuando promediaba la presidencia de Carlos Menem, entre la administración federal y los 21 gobernadores provinciales.
En ese entonces se estipuló destinar 15 % de la coparticipación para atender las obligaciones previsionales de la Nación y otros pagos que pudieran resultar necesarios. Ahora, ese porcentaje, Córdoba lo reivindica para sí.
Al tiempo que decidía recorrer un camino que lo lleva a la confrontación directa con la Casa Rosada, el mandatario cordobés le envió una carta a sus pares poniéndolos en
De la Sota no se llamaba a engaño respecto de cuál sería la contestación que recibiría del conjunto de mandatarios peronistas. Entre los que abiertamente criticarían la iniciativa y los que se llamarían al silencio, la cosecha de adhesiones sería magra o nula. Pero su jugada iba más allá.
Llevaba el propósito de clavar una pica en Flandes -por poco que le molestase a Cristina Fernández- y plantarse ante el PJ como el candidato más crítico y osado del kirchnerismo gobernante. Es posible que el hecho -desde el punto de vista financiero- no reviste, adoptado en solitario, mucha trascendencia. Sin embargo, puso de manifiesto la ruptura total de relaciones entre la presidente y el gobernador.
Si Cristina Fernández piensa, como todo lo hace suponer, en una elección que le reporte diputados y senadores adictos a sus pretensiones de quedarse en Balcarce 50 hasta 2019, deberá sobrellevar problemas serios tanto en Córdoba, como así también en la Capital Federal, Buenos Aires y Santa Fe. Lo cual no es un tema menor en atención al peso específico que tienen las provincias mencionadas en la materia. Suman -las cuatro- casi 70 % del padrón nacional.
Cualquiera sabe, a esta altura, que la presidente quiere reservarse el derecho -como ya lo hizo en 2011- de confeccionar las listas del Frente para la Victoria. José Manuel de la Sota ha dejado en claro que si alguna vez tuvo algo que ver con el oficialismo, hoy ha pasado a ser un opositor neto. Por un lado anunció su candidatura para 2015 -algo que saca de quicio a Cristina Fernández. Luego hizo saber que no tolerará injerencias de nadie en el armado de las boletas electorales de la provincia y, last but not least, intentó meterle un palo en la rueda a la coparticipación federal.
Scioli -que por razones tácticas no abrió la boca en punto al Pacto Fiscal- obró sin alharacas el cambio del único ministro kirchnerista que había incluido en su gabinete y convocó a Eduardo Camaño y a su hermano, José, para que formen parte del elenco ministerial en La Plata.
Los dos nombres mencionados antes, si algo tienen en común, es su aversión al kirchnerismo.
Mientras el primero ha sido un incondicional de Eduardo Duhalde, junto a quien militó durante décadas, el segundo debió renunciar en 2009 por sus críticas a la política de la Casa Rosada.
Fue el mismísimo Néstor Kirchner quien le exigió al gobernador que despidiera a su hermano.
Daniel Scioli tiene hoy dos objetivos y una convicción: por un lado fondearse hasta fin de año con la idea de no depender del Tesoro nacional para pagar el medio aguinaldo en diciembre.
Por el otro rodearse de colaboradores con entidad suficiente, a los efectos de aguantar los embates que le enderezarán, tarde o temprano, desde las tiendas cristinistas. Su convicción es esta: peleará si no tiene más remedio. Mientras tanto, tratará no de pasar desapercibido -porque resulta imposible- pero sí de evitar roces innecesarios con el gobierno nacional.
Sumarse a la cruzada delasotista hubiera sido inútilmente provocativo. Inversamente, sacarse de encima a Silvina Gvirtz y renovar el gabinete -aunque le disguste a sus enemigos- no lo consultó ni lo consultará con la Casa Rosada. Él sabe bien que el round decisivo tendrá lugar en algún momento del segundo trimestre de 2013, poco más o menos. Cuando se haga necesario confeccionar las boletas del Frente para la Victoria la disputa será a muerte. Eso, por supuesto, no significa que antes se renueven las hostilidades que, de momento, se hallan congeladas por determinación de la presidente.
En cuanto al jefe de gobierno autónomo de la ciudad capital, el pleito entablado contra sus aspiraciones presidenciales por parte de la Casa Rosada tiene puntos de coincidencia y diferencias notables respecto de las disputas con De la Sota y Scioli. El común denominador que los ha puesto a los tres en la mira de Cristina Fernández es que son los únicos en haber anticipado su anhelo de ocupar el sillón de Rivadavia en 2015. Unido al hecho de que representan no a Formosa, La Rioja y Jujuy sino a Córdoba, Buenos Aires y la capital.
La diferencia de más peso es que el distrito federal no depende del unitarismo fiscal de la misma manera que la principal provincia argentina y su par mediterránea. Ello le otorga a Macri una ventaja con la que no cuentan las otras dos. Pero el ex–presidente de Boca arrastra una debilidad: por su contigüidad geográfica y lo que tiene para perder, al gobierno nacional pelearse con Macri no le resulta tan oneroso como enfrentarlo a Scioli. Dicho de manera distinta: una caída pronunciada de la imagen de CFK en la provincia de Buenos Aires a expensas del otrora campeón mundial de motonáutica, representa un torpedo en la línea de flotación de su plan electoral.
Por eso Cristina Fernández detuvo la ofensiva que tan descaradamente había ordenado llevar adelante para esmerilar a Scioli. En cambio, hacerle a Macri la vida imposible a través del conflicto de los subterráneos; quitarle fondos al Banco Ciudad; complicarle el tema de la basura y aumentar las tarifas que paga el gobierno autónomo, son todas medidas que, a la larga, pueden complicar electoralmente más al ingeniero -que debe ganar el distrito- que a la señora, cuyo desafío en todo caso es más modesto.
Lo anterior lleva a pensar que, en punto a agresiones, las dirigidas contra Scioli de momento escalarán menos que las enderezadas contra Macri. Cargar a tambor batiente contra aquél es hoy riesgoso. No lo es tanto hacerlo contra éste porque su distrito no resulta decisivo y no hay peligro de que el peronismo vea en su figura a un candidato para dentro de tres años.
Sabedor de esta realidad Macri, como nunca antes, ha salido a la palestra con los tapones de punta; algo que muchos de sus votantes le exigían desde hace tiempo. Si inmediatamente después del triunfo de Cristina Fernández en octubre pasado y a instancias de su asesor de campaña, Jaime Durán Barba, el lord mayor de los porteños consideró posible y hasta provechosa una relación de buena vecindad, ahora ha echado por la borda toda duda el respecto. Es a partir de esta certeza que debe entenderse el escalamiento de su discurso confrontativo y las acusaciones subidas de tono que le ha lanzado a la presidente en los últimos días.
Si a lo expuesto se suma la determinación de Hugo Moyano y de Luis Barrionuevo -aún cuando vayan por cuerdas separadas- de enfrentar a una administración que, lisa y llanamente, consideran enemiga, el cartón parece estar lleno.
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