La discordia en el PAN
Un partido surgido del reclamo, la denuncia, la crítica, la inconformidad, no puede caer en semejante incongruencia.
Juan José Rodríguez
Prats
La perseverancia de Acción Nacional como partido de principios humanistas se explica en mucho por la mística y la concordia desplegadas en su brega de eternidad. Los analistas no se explican cómo un partido sin triunfos electorales pudo permanecer en el escenario político.
Concordia es un bello término relativo a actuar con el corazón y está emparentado con cordial, que quiere decir afectuoso, del corazón. Su contrario es la discordia, vocablo derivado también del latín y probablemente la enfermedad más grave de un partido político.
La palabra discordia también está relacionada con el adjetivo díscolo, o sea, quien genera separación. Una organización de ciudadanos necesita de elementos cohesionadores, de convicciones que le den reciedumbre. Sobre la búsqueda de los cargos públicos deben prevalecer valores para superar los conflictos.
Antonio Castro Leal, uno de los siete sabios, decía: “Un partido político debe ser un amante, debe tener pasión, debe soñar en un mundo mejor, debe quitarse sus pantuflas y ponerse botas de montar para continuar sin descanso en busca de la tierra prometida”.
El panismo tiene una tradición de compañerismo solidario. Los dirigentes les han dado a los militantes el valor que creen merecer. Sin embargo, al arribar al poder hubo un cambio. Se descuidaron el trato humano, las relaciones públicas, el respeto al militante y se maltrató al panismo. Esto ha generado un enorme malestar.
El 11 de agosto de 2012 fue para mí un día triste. La sesión del Consejo panista era la oportunidad para inyectar ánimo, para salir con enjundia a hacer lo único que en política da resultados: trabajo. Es decir, “talacha”. Los discursos de los presidentes Calderón y Madero, desde mi punto de vista, carecieron de verosimilitud.
Con una conducción errática, la deliberación tradicional en el PAN careció de profundidad y afloró la discordia. Es lamentable la pérdida de ese trato humano que antes se ha perdido. Hoy los dirigentes le ponen más atención a los nuevos aparatos de comunicación que al ser humano.
El más grave error ha sido la condescendencia con la deshonestidad. El PAN debe poner un alto a quienes se les ha comprobado su deshonestidad, ser intransigente con ellos. Por ningún motivo se debe seguir solapando, al extremo de la complicidad, a quienes obedeciendo intereses personales inconfesables dañaron al partido en los procesos internos y en la campaña electoral.
Ha sido más riguroso con quienes han externado críticas, que con quienes se sabe han cometido actos de corrupción. Un partido surgido del reclamo, la denuncia, la crítica, la inconformidad, no puede caer en semejante incongruencia.
Quien predica y no aplica perjudica. Al PAN le urge un ejercicio de congruencia. ¿Hemos respetado los principios sostenidos en sus documentos? ¿Se ha respetado la dignidad del panismo? No, son conocidas las agresiones a muchos aspirantes a las candidaturas o a los órganos colegiados. El principio de subsidiariedad señala que no haga la entidad mayor lo correspondiente a la menor. Si esta última no cumple su deber debe hacerlo la mayor. No se aplicó el principio y la dirigencia nacional avaló decisiones de los comités estatales contrarias a los ordenamientos internos.
Sí, va a ser muy difícil. Aun cuando es utópico pensar en superar la actual crisis, la discordia puede vencerse si se recupera el trato amable y generoso entre los correligionarios.
La política, de cierta manera, es un ejercicio de relaciones públicas y en esto hay panistas que son ejemplos vigentes. Castillo Peraza decía que una masa que se expande pierde cohesión. El 19% del padrón panista se afilió antes de 2000, el resto lo hizo estando el PAN en el poder. Depurarlo y fortalecer la cohesión es la tarea de mayor urgencia.
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