Lesiones de historia patria
Héctor Aguilar Camín
La ciudadanía mexicana tiene una
memoria histórica vigorosa, llena sin embargo de fantasías que ayudan poco a la
construcción de una cultura democrática. Nuestra memoria histórica tiende a
glorificar la rebelión,
más que la negociación, y la violencia más que la política.
En el almacén de esa memoria hay demasiados monumentos para los héroes derrotados y pocos para los triunfadores, lo cual introduce en el ánimo nacional cierta ambigüedad frente a los logros, cierta proclividad glorificante a la derrota.
En el almacén de esa memoria hay demasiados monumentos para los héroes derrotados y pocos para los triunfadores, lo cual introduce en el ánimo nacional cierta ambigüedad frente a los logros, cierta proclividad glorificante a la derrota.
Los sentimientos públicos que fluyen de esa pedagogía no son los de la competencia democrática abierta, sino una mezcla de resentimiento y victimismo. Nuestra enseñanza de la historia patria alimenta la idea de un pueblo caído, sometido, víctima de sus triunfadores, no la idea de un pueblo soberano, libre, que encumbra a quien lo merece.
Algunas de nuestras creencias colectivas son comprobables falsificaciones históricas: mentiras fundadoras.
La historia patria nos ha enseñado a los mexicanos a celebrar la violencia. En las aulas se prodigan elogios al espíritu guerrero de los aztecas más que críticas al olor a sangre de sus templos. Cuauhtémoc es un héroe guerrero. Los padres de la patria, Hidalgo y Morelos, son dos curas insurgentes. Juárez es el triunfador de una guerra civil y una guerra de intervención extranjera. Los héroes de la Revolución mexicana son todos hijos de la rebelión militar. Nuestro panteón patrio está lleno de hechos de violencia no solo dignos de admiración, sino que explican nuestra grandeza.
Ocupan un segundo plano en nuestra historia los héroes civiles y culturales, los constructores y
los civilizadores.
Nuestra historia celebra la rebelión y la revolución, la larga lista de héroes insurgentes, rebeldes y revolucionarios: nuestros Hidalgos incendiarios, nuestros Morelos guerrilleros, nuestros Villas violentos, pero justicieros; nuestros Zapatas intransigentes, pero heroicos.
Todos ellos, nos dice la cartilla de la historia patria, fueron llamados en su tiempo rebeldes, antipatriotas, irresponsables, criminales, infidentes, robavacas. Pero al final, justamente con su violencia, su valor y su radicalismo, fueron ellos quienes abrieron los caminos de la Patria, con actos intransigentes que la historia nacional ha impreso con orgullo en la conciencia de millones de mexicanos.
Se es mexicano, entre otras cosas, porque se comparte la veneración de ese martirologio.
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