Julio Faesler*
La
semana pasada el Consejo Nacional del PAN decidió abrir el partido a un periodo
de introspección y evaluación del estado que guarda después de las elecciones
del primero de julio, para luego proceder a realizar los ajustes en sus reglas
de operación interna y sus estructuras.
El
presidente del PAN, junto con varias personalidades, especialmente de los
estados, habrán de participar en un comité que proponga los cambios. Se
emprenderá una
depuración de la lista de miembros para eliminar a los que en
el curso de las campañas entraron al PAN sin convicción y con propósitos de
búsqueda de poder y oportunidades económicas.
La
membresía panista debe ser un conjunto de ciudadanos patriotas deseosos de
difundir y defender el ideario del partido, lo que requiere revitalizar los
cursos de preparación y de comunicación.
El
sexenio que se aproxima presenta varios retos, comenzando por una transmisión
pacífica presidencial el primero de diciembre. Esto, empero, es un detalle
insignificante comparado con la tarea de realizar por fin, ahora con el PRI en
Los Pinos, las reformas a las
que antes optó por frenar, pero que el electorado exige con la misma convicción
y vehemencia con que demandaba en 2000 el cambio de partido, o en 2006 la
organización de la producción y el empleo.
Afortunadamente
el país exhibe una poderosa inercia progresista acrecentada en los años de la
administración PAN. No sólo se trata de los índices de crecimiento económico
que superan los de la mayoría de todos los países. Hay talento entre nosotros
para acelerar el paso. De ello hay pruebas en todas las actividades.
Al
nuevo gobierno, que cuenta con las ventajas que le hereda la administración
panista, le toca impartir la orientación certera para los esfuerzos
nacionales, empezando por el de la educación. Capacitando a jóvenes en
las especialidades que se necesitan para ejecutar un sólido Plan de Desarrollo
acorde con la globalización, podemos aprovechar los recursos materiales y dar
ocupación a todo el que quiera trabajar.
La
inteligente distribución de la actividad económica por todo el territorio
nacional es la modalidad con que hay que impulsar la industria y el empleo.
Crear polos de desarrollo es el paso que hay que emprender sistemática y
ordenadamente. Una vez lograda la producción, habrá que proteger el empleo con
reglamentaciones sensatas en materia de comercio exterior.
Ninguno
de estos progresos puede alcanzarse sin confluencias en dos áreas vitales. Por
una parte, el quehacer político tiene que conciliarse en el Congreso para que
se dé un trabajo parlamentario constructivo cuando el interés nacional está de
por medio. Los partidos que componen el Congreso, ninguno de los cuales tiene
mayoría suficiente, tienen que
aprender a sumar esfuerzos para dar marcha al país en los
rubros fundamentales ya muy conocidos y estudiados que esperan acción.
La
otra esfera consiste en sumar
los esfuerzos del empresariado, único creador masivo de fuentes
de trabajo, a los apoyos fiscales, financieros y administrativos y que sólo el
Estado puede ofrecer. La suma de los dos sectores mencionados, público y
privado, debe expresarse en metas claras y cuantificadas dentro de un esquema
mutuamente consensuado.
Dada
la composición del Congreso, al PAN le tocará articular una indispensable
acción parlamentaria para que la suma de los esfuerzos descritos pueda
darse en el Congreso.
La
ruta que se trace tendrá por objeto hacer que el PAN funcione no sólo desde la
oposición, sino desde la perspectiva de un partido que sabe proponer y apoyar
todo lo que sirva para que avancemos juntos construyendo el México que
contribuye a la prosperidad y paz mundial.
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