| Ya perdieron cinco elecciones presidenciales y no cambian Se cae a pedazos la mentira del fraude, y nadie es sensato
 
 Si tomamos en cuenta los mensajes políticos enviados por el PRI y el PAN
 en los últimos días --además de las posturas asumidas por sus grupos 
parlamentarios y las declaraciones de los presidentes saliente y el 
entrante; Calderón y Peña Nieto--, podemos suponer que, por tercera 
década consecutiva, los azules y los tricolores serán compañeros de 
viaje en el ejercicio del poder.
 
 Al mismo tiempo, son muchas las evidencias de que también por tercera 
década veremos el fracaso de las llamadas izquierdas, que han sido 
derrotadas por quinta elección presidencial consecutiva. Y es que, a 
pesar que detonaron la alternancia en el poder --en la segunda mitad de 
la década de los años 80 del siglo pasado--, las izquierdas no sólo han 
perdido todas las presidenciales –desde 1988--, sino que en todos los 
casos han sido excluidas del reacomodo del poder.
 
 En otras palabras --y a pesar de que gobiernan el DF desde 1997--, que 
son pocas las posibilidades de que las izquierdas sean actores centrales
 en los grandes cambios del País previstos para el sexenio por iniciar. 
¿Por qué? Porque nuevamente sólo verán los cambios desde el rencor de la
 oposición desleal. Es decir, no participarán en los cambios.
 
 En sentido contrario, el PRI y el PAN están listos para un nuevo pacto 
estratégico que --sin grandes dificultades--, les permitirá sumar a los 
partidos Verde y Nueva Alianza, con lo que tendrán asegurado no sólo el 
50 por ciento más uno de los votos para hacer cambios menores, sino los 
votos suficientes para hacer reformas constitucionales.
 
 En todo caso, la gran sorpresa sería la confirmación de que un sector 
importante de legisladores del PRD podrían terminar por distanciarse de 
la locuaz influencia de los llamados "indeseables" de la política, a los
 que tienen bien identificados los legisladores de todos los partidos. 
¿Y quiénes son esos indeseables?
 
 Todos lo saben. Para el PRI y el PAN los "indeseables" integran el grupo
 compacto de los llamados "lopezobradoristas", que jefatura el propio 
AMLO, su principal escudero, Ricardo Monreal y algunos líderes del PRD, 
PT y MC. Ese grupo político parece convencido de seguir enarbolando el 
estandarte del "fraude generalizado"; protesta acompañada de algunas de 
las más notorias taras de la política mexicana, como el rencor, odio, 
mezquindad, mentira y engaño. Además de que no reconocen y menos 
respetan las reglas básicas de la democracia; como ganar y perder.
 
 Lo curioso del asunto, sin embargo, es que a medida que avanza el fin de
 los gobiernos del PAN --y que se consolida el regreso del PRI al poder 
presidencial--, el "lopezobradorismo" se radicaliza y "ridiculiza" aún 
más, al grado de que sigue la misma ruta de aislamiento y suicidio 
político de 2006.
 
 
 
 El gran fracaso
 
 Y es que mientras los gobiernos saliente y entrante --sus partidos y 
grupos parlamentarios--, parecen no estar dispuestos a perder más tiempo
 en el nuevo reacomodo del poder y en pactar las reformas a partir del 1
 de septiembre --cuando se instala el nuevo Congreso--, la izquierda 
"lopezobradorista" hace todo por convertirse en bufón de circo. Por eso 
la pregunta. ¿Estarán dispuestos a ese suicidio político todos los 
políticos, legisladores y gobernantes de las izquierdas?
 
 Sin duda que se debe considerar como ganador a aquel partido, coalición 
de partidos o líder social, capaces de recabar una preferencia de 15 
millones de votos. No es cosa menor.
 
 Sin embargo --y si apelamos al elemental sentido práctico--, lo cierto 
es que a pesar de sesudas opiniones que aseguran que el jefe de esa 
izquierda resultó ganancioso el pasado 1 de julio, los hechos confirman 
lo contrario. Y es que si bien la izquierda movió a su favor a uno de 
cada tres votantes, también es cierto que, en la práctica, esa izquierda
 muere día a día; paulatinamente.
 
 Y es igualmente cierto que su marca emblema --AMLO--, no sólo ha sido un
 lastre en las últimas dos décadas, sino que es corresponsable de que en
 esos años se haya estancado la evolución de lo que parecía una 
saludable y prometedora izquierda mexicana nacida en 1989, con el PRD. 
Por eso, vale un ejercicio elemental de memoria.
 
 
 
 De Salinas a Peña
 
 En 1986 --hace 26 años--, el PRI de Miguel de la Madrid vivió su mayor 
fractura. En los previos a la sucesión de 1988, chocaron el nacionalismo
 revolucionario y el neoliberalismo. Es decir, se enfrentaron el grupo 
de Cárdenas y Muñoz Ledo, con el de Carlos Salinas y MMH. El choque 
fracturó al PRI, del que se desprendió el Frente Democrático; suerte de 
cardenismo que se alió a las izquierdas que –desde años previos se 
habían unificado--, y que postula a Cárdenas como presidenciable en 
1988.
 
 De esa manera, el PRI disidente, junto con las izquierdas, fueron el 
gran motor de la transición democrática, la alternancia y la 
democratización electoral.
 
 Sin embargo, y luego de reclamar un fraude cometido por el salinismo 
--en 1988--, el naciente PRD, con Cárdenas a la cabeza, radicalizó su 
posición y se alejó de todo posible acuerdo político con el PRI. Y ese 
fue el primer gran error de las izquierdas. ¿Por qué? Porque al 
radicalizar su postura, el PRD abrió la puerta para la alianza PRI-PAN, 
que se inició en ese 1988 y continuó en 1994, luego en 2000, 2006 y hoy,
 en 2012. Las izquierdas han perdido cinco presidenciales consecutivas 
--tres con Cárdenas y dos con AMLO--, en las que siempre acusaron de 
fraude pero nunca pudieron probarlo.
 
 En tres de esas cinco elecciones ganó el PRI y en dos –2000 y 2006--, 
ganó el PAN, a pesar de que las izquierdas abrieron el camino para hacer
 posibles las grandes reformas electorales de 1997 y 2007, que llevaron 
no sólo a la alternancia y la transición, sino pavimentaron el camino 
para arrebatarle el poder presidencial al PRI.
 
 Por eso la pregunta. ¿Por qué razón, durante cinco elecciones 
presidenciales, y a lo largo de tres décadas, la izquierda mexicana no 
ha sido capaz de ganar la Presidencia de la República?
 
 La respuesta parece estar en la incapacidad de aceptar y ejercer 
virtudes elementales de la política, como negociar, pactar y, sobre 
todo, reconocer la derrota. Por ejemplo, en las elecciones de 1997 en el
 DF, Cárdenas ganó y el PRI perdió, pero nadie habló de fraude; en el 
año 2000, AMLO ganó y nadie reclamó fraude. Hoy las izquierdas parecen 
dispuestas a seguir la misma ruta de perdedores. Y como se ve, tampoco 
llegarán al poder en 2018. Y todo por lastres como AMLO. Al tiempo.
 
 
 
 En el camino
 
 Se cae a pedazos el cuento del fraude y nadie --entre esas izquierdas 
arrogantes y mentirosas--, es capaz de un milímetro de sensatez, 
cordura, verdad y humildad. ¡Y así quieren ganar!
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