Planes para el adiós al euro
Bancos y empresas se preparan para afrontar la salida de uno o varios países de la moneda única, e incluso para su desaparición
El euro corre el riesgo de resquebrajarse, y España corre el riesgo
de abandonarlo. Dependiendo de a quién se pregunte, se le atribuyen más o
menos probabilidades, pero nadie puede descartarlo. Los grandes bancos y
las multinacionales han tocado zafarrancho de combate y ya articulan
fórmulas para cubrir sus riesgos en caso de desastre. En nuestro país,
las principales firmas cotizadas tratan de responder a una pregunta cuyo
mero enunciado suena a amenaza: si dejamos la moneda única, ¿cómo puedo
proteger mis activos, mi balance, mi cuenta de resultados?
Frente a tanta incertidumbre, se preparan “planes de contingencia” para responder a las distintas opciones. Estas van desde la creación de una nueva moneda solo para los países de la Europa del norte a la salida obligada de algún miembro de la zona euro pasando por la desaparición absoluta de la divisa o la creación de un euro fuerte y otro débil. Cualquiera de estas posibilidades tiene enormes implicaciones comerciales, fiscales, financieras e incluso en la reputación de las compañías.
Son los grandes operadores turísticos, las entidades financieras y las empresas exportadoras quienes más se protegen las espaldas. Firmas del calado de IAG, propietaria de Iberia yBritish Airways , o Barclays han anunciado sendos planes de contingencia frente a lo que pueda suceder en España. O el banco ING, que acaba de reducir en 6.200 millones de euros su exposición al país.
Entre las que han tomado medidas similares ante la situación en Grecia destacan el gigante estadounidense de los bienes de consumo Procter & Gamble; la británica Lloyd’s, líder mundial de los seguros; Tui Travel y Thomas Cook, los dos mayores turoperadores británicos; los bancos Crédit Agricole y HSBC: Diageo, la firma británica más potente de bebidas, y la cervecera holandesa Heineken. Los bancos suizos, tan sensibles a sus fondos, se hallan en un estado que un experto califica “de alerta máxima” frente a cualquier suceso de la Eurozona, y muchos ya cuentan con equipos dedicados a analizar planes de contingencia.
“Bastantes firmas españolas llevan meses estudiando este escenario”, explica Sara Baliña, de Analistas Financieros Internacionales (AFI). “No es algo nuevo ni sorprendente. Es un elemento de responsabilidad y sensatez que lo hagan dadas las condiciones que estamos viviendo. Aunque el riesgo de que España salga del euro resulta muy reducido”, afirma la experta, quien sitúa esta posibilidad por debajo del 20%.
En la misma línea se manifiesta Juan Iranzo, director general del Instituto de Estudios Económicos (IEE): “España no saldrá del euro, pero entiendo que las empresas quieran cubrir ese riesgo”. Y añade: “Si yo fuera una de ellas trataría de mantener el dinero fuera, vender activos antes de la devaluación y tener el capital en otras divisas”.
Si la peseta se devaluase tras una hipotética salida del euro, el Gobierno debería garantizar el abastecimiento, vía importaciones, a los precios actuales para que los productos no se encarecieran demasiado. O sea, intervenirlos como en tiempos de la dictadura sucedió con la gasolina.
Con estos antecedentes, la preocupación se extiende como un bálsamo. Analistas Financieros Internacionales (AFI) ha confeccionado varios de estos planes por petición de diversas empresas cotizadas. Ninguna de ellas quiere ser identificada públicamente para proteger su imagen.
La consultora Ernst & Young tiene un equipo de 10 personas dedicadas en buena parte a esta actividad. A su cargo está Asís Velilla, socio de instrumentos financieros. El relato de este experto revela que las empresas que tienen planes de contingencia en España se preparan para el abandono en bloque de la moneda europea por parte de Portugal, Italia, Grecia, Irlanda y España, y la creación de un euro fuerte y otro débil.
También se preparan para lo peor las grandes fortunas españolas, agrupadas en los principales family office del país, aunque con su particular interpretación de lo que es un plan de contingencia. Su forma de protegerse, explica Juan Esquer, socio de GBS Finanzas, ha sido abrir cuentas en los países del euro que estiman más seguros (Luxemburgo, Alemania o Francia), en naciones que operan cerca, pero fuera, de la divisa europea (Reino Unido o Suiza) o marcharse a territorios más lejanos (EE UU). En esta situación, no es de extrañar que hasta mayo pasado hayan salido 163.000 millones de euros del país. Eso sí, revela Juan Esquer, “cada vez hay más problemas de compliance, o sea, justificar el origen y destino de esos fondos”.
Consultoras, empresas y analistas llevan un año largo diseñando planes de contingencia por si el euro se rompe parcial o totalmente. Estos trabajos han corrido sotto voce por diversos consejos de administración y dan a muchos un enorme dolor de cabeza. “Solo los cambios legales que requieren son una verdadera pesadilla”, reconoce el responsable jurídico de una gran cotizada española.
A pesar de que Jean-Claude Juncker, presidente del Eurogrupo, asegure que la salida de Grecia es “manejable” y que expertos como Claudio Ortea, director de inversiones de Lombard Odier, precisen que “el debate no es si lo hará, sino cuándo”, el Tratado de Lisboa no establece ningún mecanismo de abandono del euro. Antes hace falta cambiar la normativa. Y pese a la complejidad, los analistas están de acuerdo en que un país que deje la divisa europea necesitará introducir una nueva legislación para asegurarse de que los contratos denominados en euros continúen siendo válidos. Tampoco resultará fácil discernir si esos contratos están respaldados en la divisa europea o en la nueva moneda. De hecho, serán tan interpretables que dependerán de factores como la jurisdicción legal, la localización de los activos o el lugar de los pagos.
Por ejemplo, si Grecia quisiera salir del euro, primero tendría que dejar la Unión Europea y después volver a solicitar su entrada, pero no su admisión en la moneda europea. “La Eurozona se diseñó como una cazuela de langostas”, ironiza en una nota Simon James, socio del bufete británico Clifford Chance. “Para los miembros es fácil entrar, pero una vez dentro prácticamente no hay salida”.
Sin embargo, en este escenario en el que lo inimaginable se ha vuelto casi real, ya hay quien ha propuesto cómo debería ser esa complicada salida. La consultora británica Capital Economics ganaba el mes pasado el premio Wolfson de Economía con el ensayo Leaving the euro: A practical guide (Abandonando el euro: una guía práctica). En él se traza esa hoja de ruta del abandono que, la verdad, asusta.
Los autores proponen que los países que abandonen la moneda única introduzcan una nueva divisa que tenga paridad 1-1 con el euro desde el primer día de la salida y que todos los salarios, precios, préstamos y depósitos se vuelvan a denominar con relación a esa proporción. Además, los billetes y monedas en euros seguirían usándose para pequeñas transacciones durante no más de seis meses. El país que deje la eurozona tendría que anunciar inmediatamente un plan de control de la inflación supervisado por una institución independiente, prohibir la indexación de los salarios y emitir bonos ligados a la inflación. Y para evitar fugas de fondos, tras el anuncio, los mercados de capitales estarían cerrados. Corralito a la europea. Toda esta guía práctica está pensada en principio para Grecia. ¿Y España? “Son válidos los mismos argumentos”, confirma Jonatham Loynes, economista jefe para Europa de Capital Economics y uno de los autores del estudio.
Así que en el caso del hipotético corralito español, la música suena de esta forma. “El Tratado de Lisboa permite restringir la libre circulación de capitales por motivos, por ejemplo, de orden público. Por lo tanto, si se llega a esta situación —algo que no creo posible— se establecería un control de cambios para evitar la salida de dinero. Esta normativa podría aplicarse antes, incluso, de que España dejará el euro. Algo en lo que tampoco creo”, desgrana Íñigo Berricano, managing director del bufete Linklaters.
¿Y al otro lado del Atlántico? La onda sísmica de preocupación llegó hace tiempo a los grandes bancos de Wall Street. Firmas como JP Morgan Chase, Goldman Sachs, Morgan Stanley, Citigroup o Bank of America se están cubriendo las espaldas frente a una posible ruptura del euro renegociando los contratos que tienen con sus clientes europeos, y a la vez usando seguros de impagos, como los credit default swaps (CDS), para reducir su exposición a los países con mayores dificultades.
Entre bastidores, hay un esfuerzo para evitar que si España o Grecia salen del euro estos bancos no reciban sus créditos en pesetas o dracmas devaluados. Por ahora, su exposición a Irlanda, Italia, Portugal, Grecia y España oscila, según cifras recopiladas por el Financial Times, entre los 5.400 millones de dólares (4.400 millones de euros) de Morgan Stanley y los 20.000 millones de dólares de JP Morgan Chase. “Unas cifras limitadas, que demuestran la gran velocidad a la que han limpiado sus balances de deuda periférica”, apunta el director de un banco suizo con sede en España. Desde luego, “nadie quiere recibir pagos en una moneda devaluada, porque eso es perder dinero”, ahonda Soledad Pellón, analista de IG Markets.
Al final, como señala Douglas J. Elliott, exvicepresidente de JP Morgan, hay tres escenarios con sus probabilidades en toda esta pesadilla. Una “resolución gradual de los problemas (10% de probabilidades), que las cosas vayan peor antes de mejorar (65%) y que todo se desmorone (25%)”. En caso de colapso absoluto, “Grecia podría verse forzada por las circunstancias a salir de euro y es probable que también otros países. Europa caería en una profunda recesión, EE UU en una suave y el crecimiento de naciones como China se frenaría considerablemente. El único ganador real, si todo esto sucede con la suficiente rapidez, puede ser el candidato republicano Mitt Romney, a quien una economía estadounidense hundiéndose podría darle la Casa Blanca”.
Las elecciones griegas en junio fueron una especie de banco de pruebas para afinar los planes de contingencia de los grandes titanes del sector financiero. Se crearon equipos especiales en las oficinas en Nueva York, Londres y otras capitales europeas para responder a tiempo y no cometer los errores que se sucedieron durante el colapso de Lehman Brothers.
Pase lo que pase con Grecia, lo cierto es que los grandes bancos de EE UU llevan dos años tomando medidas para hacer frente a la inestabilidad en Europa y limitando sus posiciones. De hecho, parte de la debilidad del euro se debe a que las empresas que operan en la zona estarían cambiando parte de sus activos en euros a dólares como parte de sus planes de contingencia.
Que una economía pequeña como Grecia acabe abandonando el euro es motivo suficiente para poner nerviosos a los operadores de Wall Street y sus clientes. Se trata de un problema financiero y también legal a la hora de lidiar con el cambio de divisa en los contratos existentes, como señalan desde Allianz. Es lo que trata de anticipar Procter & Gamble, una de las empresas que ha anunciado públicamente sus medidas.
JPMorgan Chase, el mayor banco por activos de EE UU, es la primera gran entidad en hablar de planes de contingencia para los bonos de cualquier país del euro, para así evitar problemas adicionales. Sus responsables en Londres explican que “la probabilidad de que un miembro abandone el euro ya no es cero”, y por eso cree que deben establecer un protocolo que sirva de guía. Esta acción se basa en una encuesta interna según la cual el 30% de sus clientes cree que Grecia saldrá del euro este año y un 5% predice incluso que podría ser el caso también de una economía grande el que viene. “Si sucediera”, indican en la entidad, “tenemos que estar listos para segregar los activos, ponerlos en diferentes cuentas e identificarlos en el menor tiempo posible”.
Hay bastante resistencia por lo general a la hora de hablar en público de planes de contingencia ante el dilema que plantea la ruptura del euro, sobre lo que se hará si se suspende la cotización de un valor o de un bono, sobre las medidas de emergencia que se adopten o los controles en el flujo de los capitales. Y lo mismo que vale para los bancos, vale para los gestores de fondos.
El sector financiero suele afrontar este tipo de situaciones con más margen de tiempo, porque son los propios reguladores, como la Reserva Federal, quienes les obligan a planificar. Las empresas van más retrasadas. Las consultoras Ernst & Young y KPGM creen que se está abordando la cuestión de una manera muy superficial, y están por eso celebrando seminarios.
En cualquier caso, escribir ya el obituario del euro, como coinciden desde Goldman Sachs y JPMorgan, es prematuro. Y dan una explicación técnica para apoyar su idea: nada de lo que está sucediendo en el mercado de capitales es suficiente para llegar al punto de no retorno y puede resolverse fácilmente. Es su manera de decir que el Banco Central Europeo cuenta con margen para zanjar la cuestión.
Frente a tanta incertidumbre, se preparan “planes de contingencia” para responder a las distintas opciones. Estas van desde la creación de una nueva moneda solo para los países de la Europa del norte a la salida obligada de algún miembro de la zona euro pasando por la desaparición absoluta de la divisa o la creación de un euro fuerte y otro débil. Cualquiera de estas posibilidades tiene enormes implicaciones comerciales, fiscales, financieras e incluso en la reputación de las compañías.
Son los grandes operadores turísticos, las entidades financieras y las empresas exportadoras quienes más se protegen las espaldas. Firmas del calado de IAG, propietaria de Iberia y
Entre las que han tomado medidas similares ante la situación en Grecia destacan el gigante estadounidense de los bienes de consumo Procter & Gamble; la británica Lloyd’s, líder mundial de los seguros; Tui Travel y Thomas Cook, los dos mayores turoperadores británicos; los bancos Crédit Agricole y HSBC: Diageo, la firma británica más potente de bebidas, y la cervecera holandesa Heineken. Los bancos suizos, tan sensibles a sus fondos, se hallan en un estado que un experto califica “de alerta máxima” frente a cualquier suceso de la Eurozona, y muchos ya cuentan con equipos dedicados a analizar planes de contingencia.
“Bastantes firmas españolas llevan meses estudiando este escenario”, explica Sara Baliña, de Analistas Financieros Internacionales (AFI). “No es algo nuevo ni sorprendente. Es un elemento de responsabilidad y sensatez que lo hagan dadas las condiciones que estamos viviendo. Aunque el riesgo de que España salga del euro resulta muy reducido”, afirma la experta, quien sitúa esta posibilidad por debajo del 20%.
En la misma línea se manifiesta Juan Iranzo, director general del Instituto de Estudios Económicos (IEE): “España no saldrá del euro, pero entiendo que las empresas quieran cubrir ese riesgo”. Y añade: “Si yo fuera una de ellas trataría de mantener el dinero fuera, vender activos antes de la devaluación y tener el capital en otras divisas”.
Si la peseta se devaluase tras una hipotética salida del euro, el Gobierno debería garantizar el abastecimiento, vía importaciones, a los precios actuales para que los productos no se encarecieran demasiado. O sea, intervenirlos como en tiempos de la dictadura sucedió con la gasolina.
Con estos antecedentes, la preocupación se extiende como un bálsamo. Analistas Financieros Internacionales (AFI) ha confeccionado varios de estos planes por petición de diversas empresas cotizadas. Ninguna de ellas quiere ser identificada públicamente para proteger su imagen.
La consultora Ernst & Young tiene un equipo de 10 personas dedicadas en buena parte a esta actividad. A su cargo está Asís Velilla, socio de instrumentos financieros. El relato de este experto revela que las empresas que tienen planes de contingencia en España se preparan para el abandono en bloque de la moneda europea por parte de Portugal, Italia, Grecia, Irlanda y España, y la creación de un euro fuerte y otro débil.
¿Cómo hemos llegado a esta situación?
El miedo de España ha tenido un recorrido que se puede trazar. Primero fueron las empresas multinacionales con filiales en este país las que empezaron a preocuparse por sus inversiones en caso de la salida del euro; después la inquietud llegó a las compañías que tienen fondos de inversión extranjeros (sobre todo estadounidenses) sentados en los consejos de administración, y ahora se ha trasladado a las grandes cotizadas españolas. Estas últimas lo que quieren es “una foto genérica de los riesgos que corren para llevarla al consejo, y en función de los resultados, tomar o no medidas”, revela Asís Velilla. “Pues la ruptura también puede ser una oportunidad para comprar compañías competidoras a bajo precio”.También se preparan para lo peor las grandes fortunas españolas, agrupadas en los principales family office del país, aunque con su particular interpretación de lo que es un plan de contingencia. Su forma de protegerse, explica Juan Esquer, socio de GBS Finanzas, ha sido abrir cuentas en los países del euro que estiman más seguros (Luxemburgo, Alemania o Francia), en naciones que operan cerca, pero fuera, de la divisa europea (Reino Unido o Suiza) o marcharse a territorios más lejanos (EE UU). En esta situación, no es de extrañar que hasta mayo pasado hayan salido 163.000 millones de euros del país. Eso sí, revela Juan Esquer, “cada vez hay más problemas de compliance, o sea, justificar el origen y destino de esos fondos”.
Consultoras, empresas y analistas llevan un año largo diseñando planes de contingencia por si el euro se rompe parcial o totalmente. Estos trabajos han corrido sotto voce por diversos consejos de administración y dan a muchos un enorme dolor de cabeza. “Solo los cambios legales que requieren son una verdadera pesadilla”, reconoce el responsable jurídico de una gran cotizada española.
A pesar de que Jean-Claude Juncker, presidente del Eurogrupo, asegure que la salida de Grecia es “manejable” y que expertos como Claudio Ortea, director de inversiones de Lombard Odier, precisen que “el debate no es si lo hará, sino cuándo”, el Tratado de Lisboa no establece ningún mecanismo de abandono del euro. Antes hace falta cambiar la normativa. Y pese a la complejidad, los analistas están de acuerdo en que un país que deje la divisa europea necesitará introducir una nueva legislación para asegurarse de que los contratos denominados en euros continúen siendo válidos. Tampoco resultará fácil discernir si esos contratos están respaldados en la divisa europea o en la nueva moneda. De hecho, serán tan interpretables que dependerán de factores como la jurisdicción legal, la localización de los activos o el lugar de los pagos.
Por ejemplo, si Grecia quisiera salir del euro, primero tendría que dejar la Unión Europea y después volver a solicitar su entrada, pero no su admisión en la moneda europea. “La Eurozona se diseñó como una cazuela de langostas”, ironiza en una nota Simon James, socio del bufete británico Clifford Chance. “Para los miembros es fácil entrar, pero una vez dentro prácticamente no hay salida”.
Sin embargo, en este escenario en el que lo inimaginable se ha vuelto casi real, ya hay quien ha propuesto cómo debería ser esa complicada salida. La consultora británica Capital Economics ganaba el mes pasado el premio Wolfson de Economía con el ensayo Leaving the euro: A practical guide (Abandonando el euro: una guía práctica). En él se traza esa hoja de ruta del abandono que, la verdad, asusta.
Los autores proponen que los países que abandonen la moneda única introduzcan una nueva divisa que tenga paridad 1-1 con el euro desde el primer día de la salida y que todos los salarios, precios, préstamos y depósitos se vuelvan a denominar con relación a esa proporción. Además, los billetes y monedas en euros seguirían usándose para pequeñas transacciones durante no más de seis meses. El país que deje la eurozona tendría que anunciar inmediatamente un plan de control de la inflación supervisado por una institución independiente, prohibir la indexación de los salarios y emitir bonos ligados a la inflación. Y para evitar fugas de fondos, tras el anuncio, los mercados de capitales estarían cerrados. Corralito a la europea. Toda esta guía práctica está pensada en principio para Grecia. ¿Y España? “Son válidos los mismos argumentos”, confirma Jonatham Loynes, economista jefe para Europa de Capital Economics y uno de los autores del estudio.
Así que en el caso del hipotético corralito español, la música suena de esta forma. “El Tratado de Lisboa permite restringir la libre circulación de capitales por motivos, por ejemplo, de orden público. Por lo tanto, si se llega a esta situación —algo que no creo posible— se establecería un control de cambios para evitar la salida de dinero. Esta normativa podría aplicarse antes, incluso, de que España dejará el euro. Algo en lo que tampoco creo”, desgrana Íñigo Berricano, managing director del bufete Linklaters.
¿Y al otro lado del Atlántico? La onda sísmica de preocupación llegó hace tiempo a los grandes bancos de Wall Street. Firmas como JP Morgan Chase, Goldman Sachs, Morgan Stanley, Citigroup o Bank of America se están cubriendo las espaldas frente a una posible ruptura del euro renegociando los contratos que tienen con sus clientes europeos, y a la vez usando seguros de impagos, como los credit default swaps (CDS), para reducir su exposición a los países con mayores dificultades.
Entre bastidores, hay un esfuerzo para evitar que si España o Grecia salen del euro estos bancos no reciban sus créditos en pesetas o dracmas devaluados. Por ahora, su exposición a Irlanda, Italia, Portugal, Grecia y España oscila, según cifras recopiladas por el Financial Times, entre los 5.400 millones de dólares (4.400 millones de euros) de Morgan Stanley y los 20.000 millones de dólares de JP Morgan Chase. “Unas cifras limitadas, que demuestran la gran velocidad a la que han limpiado sus balances de deuda periférica”, apunta el director de un banco suizo con sede en España. Desde luego, “nadie quiere recibir pagos en una moneda devaluada, porque eso es perder dinero”, ahonda Soledad Pellón, analista de IG Markets.
Al final, como señala Douglas J. Elliott, exvicepresidente de JP Morgan, hay tres escenarios con sus probabilidades en toda esta pesadilla. Una “resolución gradual de los problemas (10% de probabilidades), que las cosas vayan peor antes de mejorar (65%) y que todo se desmorone (25%)”. En caso de colapso absoluto, “Grecia podría verse forzada por las circunstancias a salir de euro y es probable que también otros países. Europa caería en una profunda recesión, EE UU en una suave y el crecimiento de naciones como China se frenaría considerablemente. El único ganador real, si todo esto sucede con la suficiente rapidez, puede ser el candidato republicano Mitt Romney, a quien una economía estadounidense hundiéndose podría darle la Casa Blanca”.
Nervios en Wall Street
Sandro Pozzi
Wall Street ve la eventualidad de España o de Italia saliendo del
euro como algo remoto. Otra cosa distinta es que alguno de los dos tenga
que acabar solicitando un rescate, como hicieron Portugal e Irlanda.
Pero en el caso de Grecia hay dos bandos claros. En un lado está
Citigroup, que habla ya de un 90% de posibilidad de que eso suceda el
año próximo. En el otro está Goldman Sachs, que lo considera fuera de
lugar y apuesta por un repunte de la moneda europea.Las elecciones griegas en junio fueron una especie de banco de pruebas para afinar los planes de contingencia de los grandes titanes del sector financiero. Se crearon equipos especiales en las oficinas en Nueva York, Londres y otras capitales europeas para responder a tiempo y no cometer los errores que se sucedieron durante el colapso de Lehman Brothers.
Pase lo que pase con Grecia, lo cierto es que los grandes bancos de EE UU llevan dos años tomando medidas para hacer frente a la inestabilidad en Europa y limitando sus posiciones. De hecho, parte de la debilidad del euro se debe a que las empresas que operan en la zona estarían cambiando parte de sus activos en euros a dólares como parte de sus planes de contingencia.
Que una economía pequeña como Grecia acabe abandonando el euro es motivo suficiente para poner nerviosos a los operadores de Wall Street y sus clientes. Se trata de un problema financiero y también legal a la hora de lidiar con el cambio de divisa en los contratos existentes, como señalan desde Allianz. Es lo que trata de anticipar Procter & Gamble, una de las empresas que ha anunciado públicamente sus medidas.
JPMorgan Chase, el mayor banco por activos de EE UU, es la primera gran entidad en hablar de planes de contingencia para los bonos de cualquier país del euro, para así evitar problemas adicionales. Sus responsables en Londres explican que “la probabilidad de que un miembro abandone el euro ya no es cero”, y por eso cree que deben establecer un protocolo que sirva de guía. Esta acción se basa en una encuesta interna según la cual el 30% de sus clientes cree que Grecia saldrá del euro este año y un 5% predice incluso que podría ser el caso también de una economía grande el que viene. “Si sucediera”, indican en la entidad, “tenemos que estar listos para segregar los activos, ponerlos en diferentes cuentas e identificarlos en el menor tiempo posible”.
Hay bastante resistencia por lo general a la hora de hablar en público de planes de contingencia ante el dilema que plantea la ruptura del euro, sobre lo que se hará si se suspende la cotización de un valor o de un bono, sobre las medidas de emergencia que se adopten o los controles en el flujo de los capitales. Y lo mismo que vale para los bancos, vale para los gestores de fondos.
El sector financiero suele afrontar este tipo de situaciones con más margen de tiempo, porque son los propios reguladores, como la Reserva Federal, quienes les obligan a planificar. Las empresas van más retrasadas. Las consultoras Ernst & Young y KPGM creen que se está abordando la cuestión de una manera muy superficial, y están por eso celebrando seminarios.
En cualquier caso, escribir ya el obituario del euro, como coinciden desde Goldman Sachs y JPMorgan, es prematuro. Y dan una explicación técnica para apoyar su idea: nada de lo que está sucediendo en el mercado de capitales es suficiente para llegar al punto de no retorno y puede resolverse fácilmente. Es su manera de decir que el Banco Central Europeo cuenta con margen para zanjar la cuestión.
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