
Era
el año 1600 y el café se había hecho enormemente popular en toda
Europa, igual que había sido popular en todo el mundo musulmán desde su
descubrimiento 900 años antes. El papa del momento era Clemente VIII.
Sus consejeros le pedían que hiciera algo para acabar con la manía del
café que entonces se extendía por toda la cristiandad. Probó el café,
reflexionó sobre sus propiedades y luego, ante el asombro de sus
consejeros, lo bendijo como bebida cristiana.
¡Larga vida al papa!