Autor: Llewellyn Rockwell
[Artículo número 19 de la lista de lectura de 30 días de Robert Wenzel que te ayudará a convertirte en un conocedor libertario]

Debería ser evidente para todos, menos para los más recalcitrantes defensores del keynesianismo que el estímulo no consiguió sus fines. La combinación de gasto descarado por parte del Congreso, los planes desesperados de reflotar el mercado inmobiliario, el intento de hacer transfusiones a las empresas con hemorragias con dinero de otros y la creación de billones en dinero artifical no han hecho nada por levantara a la economía de EEUU.
En realidad es todo lo contrario. Todos estos esfuerzos han impedido el ajuste de las fuerzas económicas al mundo posterior al auge. Y todos los recursos que consumió el estímulo se extrajeron del sector privado, porque debemos recordar siempre que el gobierno no tiene recursos propios. Todo lo que hace debe venir del pellejo de los productores privados y la ciudadanía en general, en el futuro, si no inmediatamente.
Es aburrido que tengamos que aprender otra vez esta lección, pues hace solo 38 años que experimentamos otro colapso más del paradigma keynesiano. El color de la teoría era un poco distinto en aquel entonces. Se suponía que la operaciones de ajuste fino del gobierno operaban de acuerdo con un modelo fijo en que había un equilibrio entre inflación y desempleo recesionista. Si el desempleo se hacía demasiado alto debido al lento crecimiento económico, se decía que la solución era sencilla: reflotar y afrontar los costes. Si el desempleo se convertía entonces en demasiado bajo por la recuperación, llevando a un “recalentamiento” como se decía entonces, la respuesta era desinflar.