Argentina: La locura en el poder
Por Roberto Cachanosky
En estos días estaba releyendo un interesante libro de Vivian Green: La Locura en el Poder: de Calígula a los tiranos del siglo XX,
en el cual analiza la vida de algunos tiranos del pasado que han sido
tildados de locos, la naturaleza de su locura y las consecuencias de sus
trastornos para la historia de sus respectivos países.
En el capítulo 3, Grenn habla de la
locura de cuatro monarcas ingleses: Juan Sin Tierra, Eduardo II, Ridardo
II y Enrique VI. Los tres últimos fueron destituidos y asesinados.
Juan Sin Tierra aplicó impuestos
abusivos que generaron la sublevación de los nobles y obligaron al rey a
firmar la famosa Carta Magna en 1215 por la cual se establecieron una
serie de garantías y libertades.
Analizando el caso de Juan, Green se
pregunta: ¿qué elementos concretos existen para proponer que era un
desequilibrado mental? Y responde que Petit-Dutaillis propone que Juan
padecía de un trastorno bipolar de la personalidad, porque su vida fluctuaba entre períodos de gran energía y otros de letargo.
Más adelante Green afirma: “Es probable
que la falta de cordura del rey se revele con más nitidez en su
inseguridad, que lo llevó a ser cruel y vengativo con sus rivales y a
sospechar de todos, amigos y enemigos por igual. No dudaba en descartar a
quienes le eran leales…Su círculo de consejeros era cada vez más
estrecho y el soberano se apoyó en mercenarios extranjeros como Gerard
d’Athis. A pesar de que era capaz y autoritario, finalmente Juan se vio
envuelto en una situación que no pudo controlar. El déficit del Tesoro
lo llevó a exigir altos impuestos a la nobleza, de modo que creció el
descontento entre sus miembros”.
Green concluye de la siguiente manera:
“Ahora bien, si no estaba loco, ¿puede asegurarse que era completamente
normal? ¿Los rasgos de su personalidad, algunos heredados de sus
ancestros, pueden haberlo llevado al borde de la locura? No sin reparos,
le daremos el beneficio de la duda, si bien los ocasionales momentos de
letargo, la ira y la crueldad, y la obsesiva desconfianza permiten sugerir que Juan fue víctima de un desorden agudo de la personalidad”.
Sobre Eduardo II Green analiza su
relación con los hombres, pero al referirse a su reinado comenta: “El
rey intentó hacerse de un grupo de súbditos leales, pero, a pesar de
contar con el dinero para comprar cualquier apoyo, no tuvo éxito.
Entonces decidió consolidar su poder mediante la acumulación de riquezas
en las arcas reales por medio de la aplicación de impuestos abusivos y
la confiscación de propiedades pertenecientes a los nobles de dudosa
lealtad, lo cual limitaría el control que la nobleza ejercía sobre el
monarca”. Y agrega más adelante: “Hacia 1323, el descontento alcanzaba a
todos los niveles de la sociedad. Algunos habitantes de Coventry,
irritados por la conducta del prior local…contrataron a un mago, John de
Nottingham, para que asesinara al rey…Si bien el plan fracasó,
demuestra el estado de desesperación del pueblo”.
El final de Eduardo II fue trágico. La
reina Isabel, enfrentada con su esposo, consiguió el apoyo de un grupo
de nobles que Eduardo había mandado al exilio en Francia y Eduardo tuvo
que huir del trono pero finalmente fue capturado y asesinado.
Green considera que Eduardo ansiaba ser
amado, pero era incapaz de dar y recibir afecto y que cuando estaba bajo
presión tendía a perder los estribos, entre otras causas por ser una
persona insegura.
Sobre Ricardo II la autora comenta que
su biógrafo Anthony Bedford Steel cree que Ricardo era esquizofrénico,
lo que explica las inauditas decisiones que tomaba y la desastrosa
política que aplicó, decisiones que lo llevaron a un desgraciado final.
Steel, su biógrafo, afirma que cuando
enviudó: “su neurosis se agravó rápidamente y para él, el mundo exterior
era un mero reflejo de lo que se había transformado en una idea fija:
el sagrado misterio y la naturaleza ilimitada del poder real”.
Finalmente Ricardo tuvo que abdicar y lo dejaron morir por inanición confinado en el castillo de Pontefrac.
Vivian Green concluye que ninguno de
estos tres monarcas estaban locos en un sentido estricto y considera que
no fueron psicóticos sin neuróticos.
Saltando siglos y llegando al XX, en el
capítulo 16 Green analiza los grandes dictadores del siglo pasado. La
autora afirma que “un dictador es un político cuya mente, enferma de
poder, va por un solo carril, y cuyo deseo consiste en imponer su
voluntad y sus valores a todos los ciudadanos y eliminar a quienes no
los aceptan. La búsqueda y la conservación del poder se convierten en el
único objetivo de su existencia”.
Luego agrega: “Para reforzar su imagen,
los dictadores necesitaban hacerla aparecer más imponente de lo que era,
entonces buscaban la adulación pública, organizaban ceremonias
grandilocuentes y fomentaban de magníficos monumentos. Además,
necesitaban acabar con la oposición, fuera esta real o imaginaria. Pero
en medio de todas las cortes de sicofantes y la adulación ilimitada, los
dictadores estuvieron siempre aislados de la realidad y conservaron su
personalidad trastornada, de modo que dentro del autoengaño en que
vivían tomaron decisiones que quizás, en última instancia, bien pueden
haber sido suicidas o autodestructivas”.
Por supuesto que el libro de Vivian
Green es mucho más rico de los párrafos que extraje del mismo. Quedan
muchos otros personajes de la historia para analizar. Lo cierto es que
cuando leí este libor un par de años atrás, llegué a la conclusión que
cuando se analiza la política y la economía de un país, no es un dato
menor el estado mental de sus gobernantes o, como reza el título del
libro, como influye en los países La locura en el poder porque muchas
veces las decisiones de los tiranos no responden a un lógica
determinada, sino a las arbitrariedades que sus caprichos los llevan a
adoptar.
Obviamente que los economistas no
podemos evaluar el comportamiento psiquiátrico de los gobernantes, solo
preguntarnos por qué adoptan ciertas medidas. Y si no encontramos una
respuesta lógica a esa medida, solo podemos decir las consecuencias de
las mismas.
En síntesis, el libro, además de ser muy
interesante desde el punto de vista histórico, me hizo pensar que la
locura en el poder es una variable más a considerar cuando se formulan
posibles evoluciones de la economía.
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