Brócoli y Coca-Cola
Con toda razón han dicho los mayores 
religiosos y moralistas que el  pecado más grave es el de la soberbia 
(equipararse a Dios), puesto que  de él parten todos los males.
El ministro de Exteriores boliviano,  
David Choquehuanca, ha dicho que llegará, en Bolivia, “en sintonía con  
el fin del calendario maya… el fin del capitalismo y el comienzo de la  
cultura de la vida”. La fecha fijada, “es el fin del egoísmo… el 21 de  
diciembre tiene que ser el fin de la Coca-Cola, y el comienzo del  
mocochinche (refresco de durazno). Los planetas se alinean…”, aseguró el
  canciller y prosiguió: “Es el fin del odio y el comienzo del amor… del
  comunitarismo”.
Claramente el Cuba Libre, que lleva Coca
 Cola,  aunque es el coctel preferido en el país, no es la elegida por 
este  gobierno amigo de los dueños de la Cuba castrista. La Cancillería 
ha  señalado que el fin de la bebida ha sido un simbolismo utilizado 
para  destacar la terminación de una era, como señala el calendario 
maya. Es  de esperar que sea así porque, más allá de la hilaridad que 
puede  provocar esta ocurrencia, lo cierto es que prohibir la Coca Cola,
  utilizando el monopolio estatal de la violencia, sería un acto de  
extrema soberbia.
Soberbia que se da incluso en países  
desarrollados que también tienen dirigentes mesiánicos. Según Andrew  
Burt, el factor decisivo en las elecciones presidenciales de EE.UU. será
  el brócoli, o sea, el debate sobre si el Gobierno puede obligar a los 
 estadounidenses a comprar brócoli porque es bueno para ellos. Todo  
comenzó en diciembre de 2010, cuando el juez Roger Vinson estudiaba si  
la ley de sanidad universal de Obama (“la joya” de su primer mandato)  
era inconstitucional, o sea, si el Congreso podía obligar a todos los  
ciudadanos a contratar un seguro médico, entonces, ¿qué impedía que  
obligara a todos a comprar brócoli solo porque supone que es  
beneficioso?
Vinson dictó que la ley era 
anticonstitucional,  decisión que el Tribunal Supremo revocó en junio. 
La ley de sanidad de  Obama pretende exigir a todos los ciudadanos que 
contraten un seguro de  salud porque, supuestamente, si algunos no lo 
hacen la sanidad se le  vuelve más cara al resto. El gobierno dice que 
es para bien de todos,  pero hay muchos que dicen lo contrario. Caben, 
entonces, dos  posibilidades, que el gobierno no esté seguro de tener la
 verdad  absoluta y, por tanto, no puede forzar este hecho porque sería 
 gravemente inmoral (ergo, destructivo) o que el gobierno sí crea que  
tiene la verdad absoluta y, entonces, también tiene una soberbia  
mesiánica.
Solo Dios tiene la verdad absoluta, y 
hasta los sabios  más reconocidos yerran y mucho. Los padres fundadores 
de la primera  potencia mundial estaban tan acertados en este sentido 
que el primer  gobierno que crearon no tenía ni siquiera la potestad de 
recaudar  impuestos, coactivamente. Thomas Jefferson, el segundo 
presidente de  EEUU y autor de la Declaración de Independencia, dejó una
 frase  tremendamente actual que debería estamparse en las casas 
rosadas,  blancas y de todos los colores: “Cuando todo el gobierno... se
  establezca… como centro de poder, nos volveremos tan corruptos y  
opresores como el gobierno del que nos hemos separado”.
Dicen los  defensores de estas prácticas
 soberbias que “alguien tiene que gobernar”  y la repregunta es ¿tiene 
usted la verdad absoluta?
 
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