Cuba: Anatomía de un intento de asesinato de mi reputación – por Carlos Alberto Montaner
Ignoro
si Anna Cherubini existe, o si es el nombre real o el seudónimo de una
comunista italiana que escribe al dictado de los servicios cubanos de
inteligencia. Da igual. Lo importante no es la persona, sino lo que ha
escrito. Es una muestra perfecta para explicar cómo funcionan las
llamadas “medidas activas” contra los demócratas de la oposición
desarrolladas por el Departamento Ideológico del Comité Central del
Partido Comunista de Cuba dirigido por el coronel Rolando Alfonso
Borges, versión caribeña de Joseph Goebbels.
El 17 de agosto pasado, en las páginas de TellusFolio, un exitoso site italiano, con motivo de la presentación en Italia de la traducción de mi novela La mujer del coronel (Edizioni Anordest),una persona que firma como Anna Cherubini me pide que responda un cuestionario (Le domande da fare a Montaner).
En realidad no se trataba de una legítima entrevista,
sino de lo que los abogados llaman, en español, un intento de
“asesinato de la reputación” y en inglés “character assassination”. No
obstante, voy a responder extensamente el cuestionario y, al mismo
tiempo, me gustaría que la señora Cherubini, o quienquiera que se
esconda tras ese nombre, responda, a su vez, las preguntas que deseo
hacerle.
En todo caso, para entender en qué consiste esta medida activa desarrollada por los servicios de inteligencia, muy utilizada por la Unión Soviética y sus satélites cuando existía el comunismo en Europa (no hay que olvidar que el gobierno de los Castro, y en especial el Ministerio del Interior, fueron modelados por el KGB y la Stasi en la década de los 60), a continuación sigue una definición escrita por el Dr. Juan Antonio Blanco, profesor e historiador quien era, hasta hace una década, analista del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, y hoy vive exiliado y al frente de un departamento de estudios latinoamericanos en el sur de la Florida. Dice Juan Antonio Blanco en la segunda edición del libro El otro paredón:
“El asesinato de reputación (character assassination)
es un proceso deliberado y sostenido dirigido a destruir la
credibilidad y reputación de una persona, institución, grupo social o
nación.
Los promotores del asesinato de reputaciones para
lograr sus fines emplean una combinación de métodos abiertos y
encubiertos como son la formulación de acusaciones falsas, fomento de
rumores y la manipulación de informaciones.
El asesinato de reputación persigue la finalidad de
anular la capacidad de influencia de la víctima, silenciar su voz y
lograr su rechazo por la sociedad. Al transformar a sus víctimas en
no-personas las hacen vulnerables a abusos aún más graves como pueden
ser la agresión física, el encarcelamiento, la expropiación de bienes,
el destierro, asesinato e incluso genocidio de todo el grupo social al
que pertenecen.
La propaganda nazi antisemita y el Holocausto que le
siguió son el ejemplo más extremo de los peligros asociados con las
campañas estatales de asesinato de la reputación. Cuando un gobierno se
vale de ese recurso para justificar agresiones y abusos contra sus
víctimas puede considerarse a esas campañas como una forma de terrorismo
estatal. Por lo general, las masacres, crímenes de lesa humanidad y
genocidios son precedidos por una campaña de este corte.
En el siglo XXI, con el arribo de las Web 2.0 y las
redes sociales virtuales, la diseminación de falsedades se realiza de
modo mucho más rápido y efectivo. Los prejuicios sociales sembrados
contra la víctima terminan por arraigarse gradualmente en la memoria
social colectiva y las personas —en especial las nuevas generaciones—
los aceptan como la historia verdadera o la biografía real.
Con el paso del tiempo, las percepciones falsas que
fueron deliberadamente fabricadas y difundidas por diversos medios de
comunicación, pueden ser incluso incorporadas a los sistemas de
educación, y se convierten en parte de la historia oficial que se acepta
socialmente y resultan entonces difíciles de revertir”.
La ‘entrevista’ de Anna Cherubini
A continuación reproduzco las preguntas de la señora Cherubini en Le domande da fare a Montaner, así como mis respuestas:
Ya han pasado unos días desde que
Gordiano Lupi moderó, el pasado viernes, en el marco incomparable de las
islas Tremiti, la presentación de un libro de Carlos Alberto Montaner
Suris. No pude asistir a este interesante evento, así que encomiendo a
continuación a Tellusfolio las preguntas que quería hacerle al señor Montaner.
¿Cree usted que es éticamente aceptable que
alguien que dice ser periodista reciba pagos regulares del gobierno de
EE UU a través de la Oficina de Transmisiones a Cuba, para producir
noticias negativas contra Cuba, como se descubrió en 2006?
Este escándalo llevó a la destitución de tres periodistas del diario The Miami Herald(Pablo
Alfonso, Olga Connor, Wilfredo Cancio Isla) y se han puesto al
descubierto las conexiones entre la administración de EE UU y los
periodistas en el sur de Florida, incluyendo a Montaner, destinatario de
miles de dólares.
El Nuevo Herald y The Miami Herald jamás
me han pagado por publicar noticias negativas sobre Cuba. Son dos
publicaciones serias y objetivas. Yo no hago esa clase de periodismo
sectario, semejante al de Granma, que es el órgano de un
partido político. Los dos diarios, en inglés y español, como muchos
periódicos del mundo, compran y me pagan mi columna semanal.
Radio Martí es, como sucedía con Radio Free Europe,
una emisora financiada por la sociedad norteamericana para burlar la
censura totalitaria de los Castro. Es una reliquia de la Guerra Fría,
sencillamente porque el gobierno de los Castro es una reliquia de la
Guerra Fría. Esa entidad, como todos los medios en donde aparecen mis
escritos, había contratado mi columna para que la leyera semanalmente.
La columna podía ser sobre Cuba, la Unión Europea o sobre cualquier
cosa, porque escribo a propósito de múltiples temas, y por esos
artículos pagaban el mínimo que autorizan las normas (cien dólares). La
razón por la que ellos me ofrecieron ese espacio para reproducir mis
columnas, y por la que yo acepté pese a la ridícula remuneración que
pagaban, era porque Cuba, mi país, es el único de América Latina en el
que no aparecen mis columnas debido a la censura estalinista que allí
impera. Era la única forma de compartir mis puntos de vista con mis
compatriotas.
Tampoco es verdad que los periodistas de The Miami Herald que
colaboraban con Radio Martí —como los que en Europa trabajan en otros
medios y esporádicamente colaboran con la BBC o con Radio Exterior de
España, ambos medios pagados con fondos públicos— resultaran expulsados
del periódico. Quienes salieron del diario fueron el presidente de The Miami Herald,
Jesús Díaz, como consecuencia del absurdo reportaje publicado, y el
periodista autor de la información, Oscar Corral, este último por un
penoso delito de carácter sexual en el que incurrió poco después.
Olga Connor continúa escribiendo en el periódico
semanalmente. Pablo Alfonso y Wilfredo Cancio fueron readmitidos cuando
se comprobó la injusticia que habían cometido con ellos, y luego
decidieron marcharse. A mí, muy cordialmente, me llamó Humberto
Castelló, director deEl Nuevo Herald, para ofrecerme excusas y jamás dejaron de publicar mis columnas.
Radio Martí, por cierto, está obligado por la ley a
mantener los mismos altos estándares informativos de La Voz de América,
entidad que controla sus emisiones. En esos micrófonos no se puede
mentir ni difamar, como hacen Granma y los otros voceros del
régimen. Por eso, una parte sustancial del pueblo cubano escucha Radio
Martí con la misma avidez que en época del Telón de Acero los pueblos
sojuzgados por el comunismo escuchaban Radio Free Europe.
¿Cómo se justifican los contactos con el terrorista Juan Felipe de la Cruz, en julio de 1973 en Madrid?
Juan Felipe de la Cruz, autor del atentado
realizado en Montreal en 1972 contra el diplomático cubano Sergio Pérez
Castillo, murió en el Avrain Hotel, cerca de París, víctima de la bomba
que se prepara para golpear la Embajada de Cuba, pocos días después de
la reunión en España con Montaner, quien le dio un coche de alquiler,
según lo confirmado por Orlando Bosch en su libro Los años que he vivido.
Yo no tengo absolutamente dada que ver con esos
hechos. El Dr. Orlando Bosch, en su libro dice lo siguiente: “Acción
Cubana recibió de su gente en Cuba informes confidenciales sobre la
visita de un alto funcionario castrista a Francia. Se planeó un
atentado. La misión fue encomendada a Juan Felipe de la Cruz, quien voló
a Madrid y se trasladó a París en auto alquilado que le propició, sin
conocimiento de causa, Carlos Alberto Montaner”.
¿Qué fue lo que realmente ocurrió? Algo que
sucedía con alguna frecuencia. Muchos cubanos de Miami, como yo tenía
cierta popularidad entre los exiliados, vivía en España y mi teléfono
estaba en la guía, cuando viajaban a Madrid llamaban para pedir
informaciones de cualquier tipo (hoteles, pensiones baratas,
restaurantes, médicos, y hasta colegios para sus hijos). Pues bien, hace
40 años, creo recordar, alguien, presumiblemente el señor Felipe de la
Cruz, invocando el nombre de un periodista amigo, llamó a mi oficina de
Madrid para preguntar qué agencia alquilaba coches a buen precio. Como
era habitual, lo atendí cortésmente y le pasé la llamada a mi
secretaria, quien le dio los nombres y teléfonos de tres agencias, como
solía hacer. Eso fue todo. Por ello el Dr. Bosch aclara que, el alquiler
del auto lo “propició, sin conocimiento de causa, Carlos Alberto
Montaner”. No tenía la menor idea de nada.
Dejémoslo claro: me repugna profundamente el
terrorismo. Me parecía abominable cuando lo practicaba abundante y
cruelmente el Movimiento 26 de Julio, la organización creada por Fidel
Castro durante la lucha contra la dictadura de Batista (hubo noches en
las que hicieron estallar cien bombas en La Habana), y me siguió
repugnando cuando la oposición, en los primeros tiempos de la dictadura
comunista, integrada casi toda por personas que procedían de la
revolución, recurrió a ese método de lucha.
También, por supuesto, y en mayor medida, me resulta
aún más injustificable el terrorismo de Estado practicado por el
gobierno de Castro, cuando adiestra, ayuda y alienta a terroristas como
el venezolano Carlos Ilich Ramírez, El Chacal, formado en Cuba y preso
en Francia por numerosos crímenes, así como en el pasado hizo con los
tupamaros uruguayos, los montoneros argentinos y los etarras españoles.
Si es condenable que existan organizaciones terroristas, más lo es que
existan gobiernos terroristas, como sucede con el de los Castro, que así
figura en la lista que compila anualmente el Departamento de Estado
norteamericano.
Si a la señora Anna Cherubini le interesan los
vínculos de Bosch con otras personas que practican el terrorismo, no
debe señalarme a mí, sino a Fidel Castro. Además, debe tener en cuenta
la afectuosa relación que existió entre Bosch y Fidel Castro desde fines
de los años cuarenta. Ambos fueron amigos y ambos militaron en la Unión
Insurreccional Revolucionaria (UIR) que dirigía Emilio Tro. Por eso,
Orlando Bosch, cuando triunfó la revolución en 1959, se convirtió en el
coordinador del Movimiento 26 de Julio en la provincia de Las Villas y
Fidel le ofreció el cargo de Ministro de Salubridad, distinción que no
aceptó porque era, realmente, anticomunista.
De paso, como veo que tiene interés en los hechos de
sangre originados en las riñas políticas cubanas, la señora Cherubini
debe averiguar y contarles a los lectores italianos por qué en la época
en que Fidel y Bosch eran amigos y militaban en la UIR, Castro trató de
matar al estudiante Leonel Gómez (lo hirió por la espalda) el 12 de
diciembre de 1946. Y por qué asesinó al sargento de la guardia
universitaria Oscar Fernández Caral el 4 de julio de 1948, si éste no
mentía al acusarle de dispararle, poco antes de fallecer. Asímismo,
podía aclarar, de una vez por todas, la responsabilidad de aquel joven
Fidel Castro en el asesinato del líder estudiantil Manolo Castro (no
estaban relacionados) el 22 de febrero de 1948, entonces acusado de ser
el autor intelectual del crimen.
Sin embargo, como italiana que es, o dice ser, o se
supone que sea, si de verdad está interesada en el terrorismo y la
violencia revolucionarias, acaso le interesará explorar las relaciones
entre el aparato subversivo cubano y las Brigadas Rojas, y, sobre todo,
el Gruppi di Azione Partigiana fundado por Giangiacomo Feltrinelli, un
millonario comunista totalmente deslumbrado por la figura de Fidel
Castro, como me contó el periodista italiano Valerio Riva, quien viajó a
La Habana en los primeros tiempos de la revolución junto a Feltrinelli.
¿Cómo responde usted a quienes dicen que
estaba al tanto de la preparación del asesinato del rector de la
Universidad Centroamericana, el jesuita Ignacio Ellacuría, que tuvo
lugar en noviembre de 1989 en Salvador? ¿Y cómo se explica el hecho de
que, justo una semana antes, en el curso de un programa de Mercedes
Mila, amenazó a Ignacio Ellacuría?
En noviembre de 2009, el diario español El Mundo informó
que, de acuerdo a los documentos desclasificados de inteligencia de
EE.UU. y la CIA y el CESID (servicio secreto español), sabían que el
sacerdote salvadoreño Ignacio Ellacuría y cinco de sus compañeros serían
asesinados por escuadrones de la la muerte del ejército salvadoreño.
Solamente la mala fe y la voluntad de difamar pueden
llevar a Anna Cherubini —o sea, a los servicios secretos cubanos— a
repetir una infamia que ya he desmentido con pruebas que están al
alcance de cualquiera que busque en YouTube.
Es interesante analizar cómo el aparato de difamación
del gobierno cubano monta la mentira que ahora repite Anna Cherubini:
1) aparece una información en un diario español que dice que los
servicios de inteligencia de ese país sabían que iban a matar a
Ellacuría el 16 de noviembre de 1989. 2) Con el mayor descaro, mienten y
afirman que una semana antes del asesinato, yo había discutido con el
sacerdote en la television y lo había amenazado de muerte. El gobierno
cubano oculta que el debate había sucedido cinco años antes, y que en
él, por supuesto, no había existido ninguna amenaza. 3) Hacen la
afirmación canallesca de que, como yo vivía en España, sabía que los
militares salvadoreños iban a matarlo y por eso lo amenacé.Mi debate con
el jesuita Ignacio Ellacuría en el programa de Mercedes Milá ocurrió
cinco años antes del monstruoso asesinato de éste y otros sacerdotes y
colaboradores. Y fue un debate intenso, pero respetuoso, como
correspondía a dos personas decentes. Por supuesto que no existió por
ninguna de las dos partes la menor amenaza. Fue un simple intercambio
vigoroso de ideas.
Con lo que no contaba el aparato de difamación castrista es que existía una copia del debate que se puede ver en YouTube o en mi blog. No obstante, el gobierno de los Castro continúa repitiendo la mentira, como ahora ha hecho Anna Cherubini.
¿Cómo se definen las actividades dirigidas a
bloquear las inversiones extranjeras en Cuba, como las visitas a las
oficinas de las compañías extranjeras que operan en Cuba por los
miembros de la PDC (Plataforma Democrática Cubana) y por el propio
Montaner? ¿Es verdad que por ese tono amenazante Montaner fue expulsado
de las oficinas de Tryp Hoteles? ¿Es cierto que Montaner y el PDC
amenazaron con elaborar el “Salón de la Vergüenza”, una lista negra de
las compañías extranjeras que operan en Cuba?
Jamás en mi vida he estado en las oficinas de Tryp
Hoteles, así que es absolutamente falso que fui expulsado de ellas (ni
siquiera sé dónde se encuentran). Por el contrario, hace unos años, unos
ejecutivos de esa empresa, muy amablemente, me invitaron a cenar en
Madrid para conocer mi opinión sobre estas inversiones de los hoteleros
españoles o de cualquier nacionalidad en Cuba.
Tras escucharlos durante veinte minutos quejarse y
burlarse de la realidad política cubana, les dije, y ahora reitero, que
por dos razones fundamentales esas inversiones en hoteles pueden tener
consecuencias penales, cuando se restablezca en Cuba la democracia.
La primera: las multiples violaciones de las normas
establecidas por la Organización Internacional del Trabajo (OIT),
institución a la que pertenecen tanto España como Cuba. En esa Isla, el
Estado, de común acuerdo con su socio inversor extranjero, les confisca a
los trabajadores el 95% del salario mediante un cambio de moneda
tramposo, y le prohibe todos los derechos sindicales, comenzando por el
de huelga. Eso constituye delito.
La segunda razón: la complicidad entre la gerencia
extranjera de esos hoteles y las actividades ilegales de espionaje a que
someten a muchos de los huéspedes. La cadena Tryp, Meliá y el resto de
los empresarios hoteleros son cómplices en la colocación de cámaras de
video y grabadoras de audio en las habitaciones, y saben que entre sus
empleados hay policías dedicados a esos menesteres. Incluso aplicando la
propia ley cubana actual, esas actividades son ilegales.
Téngase en cuenta que no se trata de empresarios que
invierten en países controlados por dictadores, sino de empresarios que
se asocian con la dictadura para ganar dinero sin importarles los
derechos de los trabajadores o la intimidad de las personas que utilizan
sus servicios. Si en Madrid o en Roma un hotel oculta micrófonos o
cámaras en las habitaciones de los huéspedes, los responsables de ese
delito pueden acabar en la cárcel y resultar severamente multados.
Lo que entonces les dije a los hoteleros de Tryp, en
el tono cordial que suelo utilizar, porque me pidieron mi opinión, es
que esa colaboración es profundamente inmoral, y les recordé lo que les
sucedió en Alemania a empresas como Bayer, Krupp y Volkswagen por
colaborar con la dictadura nazi: además de pedir perdón públicamente por
lo que ahora llamaríamos “irresponsabilidad moral coorporativa”, hasta
hace unos años estuvieron pagando altas multas por su comportamiento
contrario a la ética.
¿Está de acuerdo de haber apoyado, como
admitió (“… porque nos detuvieron casi en el momento en que planeábamos
ayudar a las guerrillas campesinas de las montañas del Escambray…”, en Havana Journal,
16 de agosto de 2005), el trabajo de las bandas terroristas que
aterrorizaron a la Sierra del Escambray en los años 60 y que cometieron
crímenes atroces como el del alfabetizador Manuel Ascunce Domenech?
1960. Situémonos en Cuba. Apenas ha pasado un año de
la fuga de Batista y ya se ha constituido una dictadura comunista. La
revolución, hecha para restaurar la libertad, ha sido traicionada por
Fidel Castro. Todos los periódicos, medios de comunicación y escuelas
privadas fueron confiscados por el Gobierno en los primeros 18 meses.
Sorpresivamente, Fidel entregaba la revolución a la Unión Soviética y
calcaba esa manera siniestra de organizar la sociedad. La diversidad,
incluso el homosexualismo, se convertía en un crimen. Cualquier crítica
se pagaba con la cárcel. En ese momento, ya había unos 19.000 presos
politicos en el país y no cesaban los fusilamientos.
Ante esa traición, numerosos revolucionarios que
habían luchado contra Batista, vuelven a tomar las armas contra la nueva
dictadura. En las montañas del Escambray, en el centro de la Isla, se
produce una verdadera rebelión campesina dirigida por el comandante
Plinio Prieto, el capitán Porfirio Remberto Ramírez, presidente de los
estudiantes de la Universidad de Santa Clara y el comandante Evelio
Duque.
Todos son oficiales del ejército revolucionario que
derrocó a Batista. Quieren y piden democracia. Han visto con horror cómo
apresaron y condenaron a 20 años de cárcel al comandante Huber Matos,
uno de los héroes de Sierra Maestra, por escribirle una carta privada a
Fidel Castro denunciando la entronización del comunismo.
El ala democrática del primer gobierno de la
revolución, tiene que huir del país o esconderse para volver a la lucha.
El Dr. Manuel Urrutia, primer presidente de la revolución, debe buscar
refugio en una embajada junto a toda su familia. Se sabe que hay poco
tiempo para evitar que la dictadura de corte estalinista arraigue en el
país. Todas las universidades se convierten en focos de conspiraciones
contra la nueva tiranía.
Es en ese contexto en el que yo, a los 17 años, hace
más de medio siglo, junto a un grupo de estudiantes, como hicimos miles
de muchachos, nos integramos a la Resistencia, como hicieron los
franceses o los italianos honorables y patriotas contra los nazis y los
fascistas.
Fue en ese contexto en el que planeábamos ayudar a
las guerrillas campesinas del Escambray para evitar la tiranía que se
cernía sobre el país y rescatar la democracia negada por Castro pese a
sus previas promesas.
Lamentablemente, los cuatro amigos (entre miles de
estudiantes que conspiraban) fuimos apresados y condenados a largas
penas. A uno de ellos, a Alfredo Carrión Obeso, lo asesinaron los
guardias en la cárcel. Yo logré escaparme al poco tiempo de haber sido
apresado.
No dudo que algún grupo guerrillero antitotalitario
haya cometido excesos condenables, pero los fusilamientos en masa de los
detenidos los cometía el Gobierno. Como me contó un médico, oficial del
ejército de Castro que luego desertó en España, mataban inmediatamente a
los prisioneros de un tiro en la cabeza, para abrirles rápidamente el
estómago y los intestinos con el objeto de averiguar cómo se
alimentaban.
En el Escambray, en efecto, hubo crímenes
lamentables. De cada 100 crímenes, 99 los cometió la dictadura. Esta
historia ya le he contado en alguno de mis libros.
Estas son las preguntas que me gustaría
hacerle al señor Montaner. Una vez dicho esto, me pregunto: ¿le
compraría un coche usado a este hombre? Un coche que no lo sé, pero no
es un libro!
Mis preguntas a Anna Cherubini
Este final de la señora Cherubini sirve para
demostrar, con sus palabras, por qué miente y difama, por qué intenta
asesinar mi reputación: su propósito —que es el de la policía política
cubana— es intentar impedir que se publiquen o se lean mis libros o los
escritos de cualquier demócratas de la oposición. A eso se dedican las
dictaduras totalitarias: a censurar, a impedir que las personas se
expresen libremente. En eso consiste el “asesinato de la reputación”.
Afortunadamente, es inútil. Un día los pueblos derriban los muros.
Por último, en vista de que yo he respondido las
preguntas de la señora Anna Cherubini —o de quien las haya formulado—,
me gustaría que en justa reciprocidad me respondiera las mías. Son muy
sencillas:
1) ¿Por qué en Cuba, después de 53 años de dictadura
de partido único, no se les pregunta a los cubanos, como proponía
Oswaldo Payá, si quieren seguir con ese fallido sistema, o si prefieren
un modelo de Estado multipartidista en donde haya diversas opciones,
como existe en las 20 naciones más prósperas del planeta y, además, en
toda América Latina?
2) ¿Por qué los cubanos no pueden organizarse y
reunirse libremente para defender las ideas y los intereses que
comparten? ¿Por qué no pueden crear sindicatos que no dependan del
Estado-patrón? ¿Por qué no pueden escribir y debatir sus ideas y
propuestas con libertad?
3) ¿Por qué los cubanos no pueden leer los libros y
los diarios que desean, o escuchar las emisoras internacionales de radio
que les plazca, o tener antenas parabólicas para ver televisión de
otros países, o acceder libremente a internet? ¿No han bastado 53 años
de adoctrinamiento y pensamiento único, infligidos a tres sucesivas
generaciones de cubanos, para convencerlos de las bondades de un sistema
que tiene que dedicarse a ocultar la realidad exterior como mecanismo
de defensa?
4) ¿Por qué los cubanos no pueden entrar y salir
libremente de la Isla, sin necesidad de permisos? ¿Son esclavos o
menores de edad?
5) ¿Por qué se les niega a los cubanos la posibilidad
de enriquecerse con el producto de su esfuerzo, como se autoriza a los
extranjeros? ¿Por qué los cubanos talentosos, capaces de crear riqueza
si los dejaran, no pueden aspirar a vivir con las comodidades con que
viven, por ejemplo, Raúl Castro o Ramiro Valdés?
Si Anna Cherubini no desea o no puede responder estas
preguntas, tal vez el coronel Rolando Alfonso Borges se anime a
hacerlo. Al fin y al cabo, en su condición de Jefe Ideológico del Comité
Central del Partido Comunista de Cuba no solo le corresponde la tarea
vil de intentar asesinar la reputación ajena. Entre sus funciones está
defender la maltrecha reputación de la revolución. Aquí tiene una
oportunidad de hacerlo.
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