Por Ricardo Alemán.
El famoso cómico Roberto Gómez Bolaños
–mejor conocido como Chespirito– abonó a la cultura mexicana un personaje harto
peculiar. Su nombre es "la Chimoltrufia" y se distingue porque
"así como dice una cosa, dice otra".
Viene
al caso recordar a la escandalosa mujer que por años encarnó Florinda Meza,
porque en este momento, otra reconocida mujer de la política nacional parece
seguir los pasos de la Chimoltrufia.
¿De
quién hablamos?
De
la líder del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, Elba Esther
Gordillo.
Y
es que todo indica que Gordillo se
toma muy a la ligera lo que declara, y que –como la Chimoltrufia– así como dice
una cosa dice otra.
En
esta ocasión, el cuestionamiento a las declaraciones de "la maestra"
no tiene que ver con los "dos mil 35 mil" maestros que –según ella–
militan en el SNTE; tampoco tiene que ver con el ligero tropezón que le hizo
confundir el fútbol con el béisbol... no.
En
realidad, la declaración de Elba Esther que da origen a estas líneas es su
efímero anuncio de retirada.
Apenas
el domingo 19 de agosto, durante una reunión con sus colaboradores más
cercanos, la profesora Gordillo anunció que 22 años le parecían suficientes y
había llegado el momento de retirarse.
Sin
embargo, luego que Milenio hizo
pública la declaración, Elba Esther aprovechó los reflectores
del regreso a clases para decir que el retiro no estaba en sus planes y
seguiría al frente del Sindicato de maestros con la –según ella–, congruencia, mística y compromiso
que la han distinguido.
Sin
duda, algo no cuadra en esta ecuación. Es de llamar la atención que un domingo
la maestra vaticine su retiro y el lunes recule y hable de otra temporada al
frente del SNTE.
¿A
quién habría que creer? ¿A la Elba Esther del fin de semana o a la del inicio
de clases?
Como
han dicho muchos en éste y otros espacios, el fracaso educativo se debe en
buena medida al proceder mafioso
e interesado de los sindicatos educativos. Resulta evidente que
la dirigencia de SNTE no ha logrado desarticular los grupos de interés que han
convertido a la educación en moneda de cambio y fuente –aparentemente–
inagotable de riqueza.
Por
eso, no estaría de más exhortar a la profesora Gordillo a reconsiderar su
postura y quizá retomar el ímpetu del fin de semana. Y es que, al final del día
–y luego de 22 años–, un cambio no vendría mal a la dirigencia magisterial.
¿A
poco no?
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