sábado, 18 de agosto de 2012

España: Subvencionar la pobreza

España: Subvencionar la pobreza

Por Miquel Rosselló
Una vez más, el Estado Benefactor ha actuado por el bien común manteniendo la ayuda de 400 euros a los parados de larga duración; una vez más, el consenso político ha optado por subvencionar la inactividad en lugar de permitir que la sociedad cree riqueza.
Las consecuencias para la economía real son nefastas y el riesgo moral evidente, ¿para qué trabajar cuando se puede vivir de las subvenciones que ofrece el Estado? En España recibir 400 euros por tu trabajo es ilegal pero se convierte en un derecho si se recibe, por lo contrario, por no trabajar.

Los costes que acumula el puesto de cada trabajador desde su posible indemnización por despido hasta las ayudas sociales que reparte el Estado pasando por las cotizaciones que pagan los empresarios se descuentan del salario de cada trabajador. Los bajos sueldos y las altas tasas de desempleo que suelen atribuirse a la maldad del empresario constituyen en realidad la nefasta consecuencia que conlleva la rigidez de un sistema laboral hiperregulado. De igual modo al subvencionar a los parados se desincentiva a los trabajadores a quienes resulta más rentable no trabajar y percibir las "ayudas" provistas por el Estado antes que ponerse a trabajar.
Incrementando el número de gente que depende del Estado para vivir se ahonda también en la trampa democrática en la que los propios votantes son receptores de rentas públicas y, elección tras elección, votarán a favor del mantenimiento de todo tipo de subsidios con los que consiguen sobrevivir. La lógica errada de la planificación económica a través de subvenciones y ayudas está encaminada a subsanar la necesidad urgente de la gente que lo necesita para no dejar a nadie atrás pero lejos de conseguir ese objetivo tan sólo consigue perpetuar esas mismas situaciones de pobreza que debería erradicar.
Lejos de ayudar a los que más lo necesitan para que algún día dejen de necesitarlo se entra en una espiral en la que subvencionar la pobreza solo consigue perpetuar la miseria. Y, entre tanto, los políticos que administran el reparto de las ayudas se aseguran el amor, y lo que para ellos es más importante, el voto del pueblo al que alimentan.

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