España: Subvencionar la pobreza
Por Miquel Rosselló
Una vez más, el Estado Benefactor ha
actuado por el bien común manteniendo la ayuda de 400 euros a los
parados de larga duración; una vez más, el consenso político ha optado
por subvencionar la inactividad en lugar de permitir que la sociedad
cree riqueza.
Las consecuencias para la economía real
son nefastas y el riesgo moral evidente, ¿para qué trabajar cuando se
puede vivir de las subvenciones que ofrece el Estado? En España recibir
400 euros por tu trabajo es ilegal pero se convierte en un derecho si se recibe, por lo contrario, por no trabajar.
Los costes que acumula el puesto de cada
trabajador desde su posible indemnización por despido hasta las ayudas
sociales que reparte el Estado pasando por las cotizaciones que pagan
los empresarios se descuentan del salario de cada trabajador. Los bajos
sueldos y las altas tasas de desempleo que suelen atribuirse a la
maldad del empresario constituyen en realidad la nefasta consecuencia
que conlleva la rigidez de un sistema laboral hiperregulado. De igual
modo al subvencionar a los parados se desincentiva a los trabajadores a
quienes resulta más rentable no trabajar y percibir las "ayudas"
provistas por el Estado antes que ponerse a trabajar.
Incrementando el número de gente que
depende del Estado para vivir se ahonda también en la trampa
democrática en la que los propios votantes son receptores de rentas
públicas y, elección tras elección, votarán a favor del mantenimiento
de todo tipo de subsidios con los que consiguen sobrevivir. La lógica
errada de la planificación económica a través de subvenciones y ayudas
está encaminada a subsanar la necesidad urgente de la gente que lo
necesita para no dejar a nadie atrás pero lejos de conseguir ese
objetivo tan sólo consigue perpetuar esas mismas situaciones de pobreza
que debería erradicar.
Lejos de ayudar a los que más lo
necesitan para que algún día dejen de necesitarlo se entra en una
espiral en la que subvencionar la pobreza solo consigue perpetuar la
miseria. Y, entre tanto, los políticos que administran el reparto de
las ayudas se aseguran el amor, y lo que para ellos es más importante,
el voto del pueblo al que alimentan.
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