sábado, 11 de agosto de 2012

Giuliano Amato: El termómetro de lo mercados y la enfermedad de la deuda

Giuliano Amato

 
Qué lecciones debemos sacar de la ducha escocesa en la que estamos inmersos después de la reunión del BCE del pasado jueves, con unos mercados antes contemplados con una perspectiva totalmente desalentadora y después con una relativa confianza? Como mínimo dos: la primera contempla las relaciones entre las instituciones europeas y los mercados, y, por tanto, los modos en que dichas instituciones organizan sus propios nuevos instrumentos; la segunda se refiere a nosotros y a nuestras tareas escolares.

Quiero aclarar que no soy de los que siempre dan la razón a los mercados y se inflaman siempre en su defensa con argumentos del tipo quien critica los mercados está pendiente del termómetro en lugar de ocuparse de la enfermedad. Sé que estamos pendientes de un termómetro preso a menudo de impulsos irracionales, dotado de mecanismos que intensifican al máximo estos impulsos y que es utilizado por personajes que nos hacen pasar por todo esto y consiguen gracias a nosotros un montón de dinero. Dicho esto, ¿cómo ignorar que las instituciones europeas hayan adquirido la costumbre de anunciar decisiones importantes y de hacerlas cumplir -en el momento en que son esperadas- como medias decisiones destinadas a no producir ningún efecto hasta la llegada de la otra mitad que falta, o con el añadido de posteriores anuncios, que remiten las decisiones a adoptar a la celebración de posteriores reuniones? De esta costumbre me ocupé en mi último artículo y señalé todas las implicaciones negativas, y entre ellas no puedo dejar de añadir ahora el tratamiento inicialmente reservado a lo decidido por el BCE el pasado jueves.
Obviamente porque el jueves el BCE no se limitó de hecho a un anuncio, sino que adoptó una decisión importante y esperada, en un clima muy difícil y contrastado. El hecho es que la decisión se produjo tras el anuncio del propio Draghi de unos días antes, con el cual había prometido intervenciones del BCE para garantizar la solidez del euro.
Ahora bien, cuando se produjo este anuncio todos sabíamos que el consejo del Banco no se había reunido todavía, que Draghi no es el único que dirige la entidad y que, por tanto, estaba obligado a imponerse. Pero que más da; se creó una expectativa y, como se vio que el jueves por la tarde no se había producido ninguna intervención -sólo la decisión de adoptarlas-, en los mercados se pensó: estamos ante las acostumbradas no medidas, ante las medidas una vez más únicamente anunciadas. Y fuera con el spread. No ha habido demasiada voluntad de comprender qué había pasado en realidad y el viernes por la mañana los operadores del mercado se encontraron sobre la mesa una editorial del Financial Times que les explicaba el alcance del resultado que Draghi había conseguido y la respuesta que de esta manera se daba a las dudas planteadas por el Consejo Europeo del mes de junio.
El precio máximo del diferencial por la acción de los fondos de rescate -considerados inadecuados por los mercados por la insuficiencia de los recursos disponibles- no excluirá la intervención del BCE, que se producirá incluso masivamente siempre que lo justifiquen razones de política monetaria. En este sentido, se orientará a los títulos a corto plazo y lo hará de un modo transparente y evidente, siempre que los Estados afectados hayan pedido la ayuda de estos fondos y cumplan las condiciones establecidas para ellos por la sede europea.
Una iniciativa "audaz" -señalaba el Financial Times-, y de hecho lo es, teniendo en cuenta las posiciones, si no alemanas, seguramente del Bundesbank. Así lo han creído los propios mercados, y rápidamente se ha invertido la tendencia negativa. En resumen: Draghi, que generosamente había vendido la piel del oso antes de cazarlo, ha sido partícipe del modo de proceder europeo que ya había generado repetidas convulsiones en los mercados. Lo ha hecho porque servía para serenar momentáneamente las aguas, aunque es verdad que después lo ha convertido en una víctima -por suerte durante sólo unas horas- por su propio anuncio previo (sin que se produjera una acción inmediata).

Evitar producir palabras

Así pues, por esta vez ha salido bien, pero hemos recibido una prueba innegable de que enojarse ex post por la irracionalidad de los mercados evita su provocación. Y dado que la nueva gobernabilidad de la que se está dotando Europa no puede nacer en apenas un día y que debe seguir un proceso inevitable, las instituciones europeas y quienes las encarnan deben, al menos, evitar complicarla y desfigurarla con incertidumbres, contradicciones y retrocesos. Si no son capaces de producir sólo hechos en lugar de palabras (en la política esto es realmente difícil), que al menos eviten producir palabras en lugar de acciones.
Es evidente que, por ahora, el informe de los cuatro presidentes (Consejo Europeo, Comisión, Eurogrupo y Banco Central) se queda en meras palabras, y que traza la construcción de una unión bancaria, de una unión fiscal y, por tanto, de una unión incluso política. El Consejo Europeo lo ha aprobado y se están realizando consultas y trabajos para materializarlo. La credibilidad y la solidez que puede adquirir el euro en caso de que se alcancen estos objetivos son enormes, porque a largo plazo sólo la integración que hasta ahora ha fallado es capaz de conseguirlo. ¡Pobres de nosotros si se generan contradicciones y desilusiones!
Contamos con unos plazos estrictos, con una etapa intermedia en octubre y la aprobación de una detallada hoja de ruta en diciembre. Deberá conseguirse todo esto, y no tan sólo en lo que se refiere a la unión bancaria -cuyo perfil ya se está trazando-. Algunos han señalado que el informe dedica más de cuarenta líneas a la unión bancaria, mientras que la unión política sólo merece ocho. Esta diferencia difícilmente podrá ser subsanada debido a la gran variedad de ideas que circulan sobre la unión política que debe alcanzarse, pero este asunto lo trataremos más adelante.
Giuliano Amato. Primer ministro de Italia en 1992-93 y 2000-2001. © Il Sole 24 Ore.
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