Guatemala: Puerto Quetzal / Puerto buitre
Por Estuardo Zapeta
Correcta la decisión del presidente Otto
Pérez Molina al suspender temporalmente el usufructo del Puerto
Quetzal, amén de quererlo hacer “escondidito y calladito”. Correcta
también la actitud de los sindicatos de la Portuaria al considerar que
el usufructo, la modernización y el crecimiento de Puerto Quetzal no
sólo es necesario, sino urgente dada la competencia que tenemos cerca y
la posibilidad de quedarnos rezagados en la competencia global, amén
de ponerse los guantes y ofrecer cachimbazos.
Pero hasta ahí.
La oposición, por el otro lado
–cualquier cosa que eso sea—ha jugado muy mal, tanto por desinformar a
la población, pero más sorprendente ha sido el coro que algunos
sindicalistas que buscan una posición como diputados le hacen en el
tema de la “privatización”.
El Gobierno, por su lado, no ha sido
capaz de explicar la diferencia entre un “usufructo”, una “concesión” y
una “privatización”. El caso de Puerto Quetzal que hoy nos entretiene
es un “usufructo” (yo soy más de la idea de una “liberalización” total,
o sea, sin tocar el Puerto Quetzal ni a sus sindicalistas tal cual
están, solamente la apertura a otras empresas, privadas, que vengan e
inicien actividades en Guatemala arriesgando sus propios capitales,
pero teniendo la certeza de entrada libre al mercado tiene como base la
“certeza jurídica”, sería suficiente para ponerle un “cachinflín” en
el cutete al monopolio actual, y se moderniza o muere en la
competencia. Eso haría también yo con el IGSS, y con todos los
“monopolios” estatales).
En el error de no poder explicar
eficientemente un “usufructo” –que no es ni por asomo una
“privatización”—el Gobierno le dejó el espacio público a la oposición y
esta tuvo su banquete mediático.
“La niña chillona y los otros pellizcándola”, dice el refrán.
Pero muchos negocios en Guatemala
funcionan por medio de usufructos: la telefonía funciona, y funciona
muy bien por cierto, con base en “usufructo” de bandas, las
radioemisoras funcionan de manera competitiva y regionalizada también
por medio de “usufructos” de frecuencias.
Y así siguen los ejemplos. Entonces, ¿de qué nos intentan asustar?
Ah, es que la palabra “privatización”
parece acarrear la maldición de “Tutankamón” y es suficiente para
paralizar cualquier acción estatal. Mire, usted, a los patojos del
magisterio o los sindicatos de salud, cuya principal acusación es que
se quieren “privatizar” los servicios.
Ah, y un tema que nadie ha mencionado
–no sé por qué—es el temor que tiene gente del Puerto que les descubran
negocios sucios, digamos el trasiego de “precursores”. ¿O por qué el
año pasado había una investigación en ese tema sobre personajes que hoy
se rasgan las vestiduras y gritan “privatización”? ¿Está involucrada
la DEA en esas investigaciones? ¿Saldrán los nombres de los sospechosos
de coordinar redes de traficantes de precursores no sólo en Guatemala,
sino a niveles allende la mar océano?
Hablamos, entonces, no de inocentes
criaturas, sino de redes de mafias que no quieren que las cosas
cambien. Pronto, y mire mi predicción, se inventarán un “su atentado”,
digo “autoatentado”.
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