viernes, 17 de agosto de 2012

La tentación del poder


La tentación del poder

Martín Moreno

En México, el poder no se ejerce. Se explota.
 
Y en ello incurrimos prácticamente todos: gobiernos, legisladores, particulares, medios, jueces, autoridades o ciudadanos. Cada uno a su manera, con recursos propios o ajenos, pero bajo un común denominador: el abuso del poder, la impunidad o el chantaje.
 
De esto, casi nadie está exento.


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El enfrentamiento entre Los Pinos y la empresa MVS es un punto de conflicto grave. Cada uno maneja sus argumentos y posturas. El encontronazo no es menor. Son dos poderes reales: el del gobierno que ya se va y el del empresario que se queda.


Joaquín Vargas acusa que el retiro de las concesiones de la banda de 2.5 GHz es una venganza.


Los Pinos responde en el comunicado CGCS-120, entre otros puntos, que “…el intentar imponer intereses financieros por encima de los de México, es inadmisible para el gobierno federal. No se cederá frente a la presión y el chantaje, al tiempo que nos reservamos la valoración de proceder conforme a derecho”.


Ambos se acusan de chantaje. El tiempo dirá quién tuvo la razón.


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Durante el primer año del gobierno de Carlos Salinas de Gortari se tomó la decisión de “invitar” a un periodista a vender las acciones del diario que encabezaba.


Manuel Becerra Acosta (ya fallecido) no tuvo otra opción que salir del país. Pero no se crea que fue una operación estrictamente comercial. El pago se realizó en la Secretaría de Gobernación. Para que no hubiera duda: era un asunto político, no financiero.


Becerra Acosta murió en España.



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Al todopoderoso del sindicato petrolero, Joaquín Hernández Galicia, La Quina, se le ocurrió estar en contra del nombramiento de Salinas como candidato del PRI a la Presidencia y optó —política y económicamente— por apoyar a Cuauhtémoc Cárdenas. Después de consumado el fraude electoral de 1988, que le permitió a Salinas llegar a Los Pinos, vino el cobro de facturas. Como con Becerra Acosta.


En enero de 1989, a unas cuantas semanas de haber llegado a la Presidencia, Salinas ordenó acabar con La Quina, a quien no se le aplicó la clásica salida decorosa o se le inventó alguna enfermedad repentina. Hombre de rencores, el odio de Salinas contra el dirigente petrolero era infinito.


Más que como desleal al PRI —partido al que pertenecía—, a La Quina se le presentó como delincuente: se le sembraron armas, se le aventó un cadáver en su casa y, como si fuera Al Capone rodeado de pistoleros, se le mostró como el enemigo público número uno de México.


-En política no hay amigos… hay intereses —respondió don Fidel Velázquez horas después de la detención de La Quina, justificando su aprehensión—. Sí, hablaba del mismo líder del cual se había declarado públicamente “aliado y amigo” semanas antes.


A tragar sapos. Y en eso, los priistas son expertos.



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Egidio Torre, gobernador de Tamaulipas (PRI), regaló al SNTE —durante el cumpleaños del líder magisterial local— 14 automóviles para que los rifaran. Por supuesto que el dinero no salió de su bolsillo, sino del erario estatal. ¿Quién le exige cuentas? ¿Quién castiga? Nadie.


Esiquio Martínez Hernández, secretario de Acuerdos del Juzgado Noveno de Distrito en el DF en Materia Administrativa, tenía, en una sola cuenta bancaria, más de… ¡432 millones de pesos! Muy ahorrativo el hombre. ¿Lo sabía el juez en turno?


Ascensión Orihuela, senador electo del PRI por Michoacán, viaja en un Porsche de más de un millón de pesos. “Es como tener cualquier auto”, dice el futuro legislador. Vaya cinismo. Se necesita ser caradura.


Son algunas de las tentaciones del poder. Y sus ejemplos. Llenaríamos una enciclopedia.
              

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