Por GARY S. BECKER y JAMES J. HECKMAN
El déficit fiscal de Estados Unidos se ha disparado en los últimos años y déficits incluso mayores están en camino debido al crecimiento esperado de los gastos en programas de ayuda social. Los miembros de ambos partidos políticos concuerdan en que los gastos federales deben reducirse. En este entorno, es crucial que los criterios correctos fijen las directrices de los recortes que se harán. Los recortes indiscriminados no son una forma cuidadosa de tomar decisiones.
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El principio es básico y obvio:
deberíamos recortar las actividades del gobierno federal que puedan ser
llevadas a cabo al menos igual de bien por el sector privado y mantener o
incrementar las actividades productivas que el sector privado no pueda
realizar con efectividad por su cuenta. Hay un desacuerdo legítimo sobre
qué actividades corresponden en cada categoría, pero la gran mayoría de
economistas están de acuerdo en que el gobierno debería tener un rol
importante en la financiación de la investigación básica. Las compañías
con fines de lucro tienen pocos incentivos para invertir en
investigación básica, en parte porque los resultados no son patentables y
en parte porque la cultura de los investigadores básicos y las
publicaciones en las que anuncian su trabajo hace que sus resultados
estén disponibles para todos.
Por estas razones, el gobierno estadounidense lleva mucho tiempo apoyando la investigación en física, química, biología y medicina y, en menor medida, en economía y otras ciencias sociales. También ha jugado un papel preponderante en la creación de bases de datos objetivas con las cuales se pueden trazar políticas inteligentes. Esta investigación y datos han dado grandes frutos al proveer un entendimiento más acabado del ADN, el genoma humano y muchos otros fenómenos cruciales en el mundo moderno.
De hecho, el impresionante crecimiento en la expectativa de vida en el mundo desarrollado en los últimos 60 años ha sido el resultado de los esfuerzos combinados de investigadores básicos financiados por el gobierno en universidades y otros lugares e investigadores aplicados en empresas farmacéuticas y biotecnológicas con ánimo de lucro, además de los institutos sin fines de lucro.
También se han obtenido avances como resultado del apoyo del Estado a las ciencias sociales y del comportamiento, específicamente la investigación económica. No obstante, las medidas recientes del Congreso amenazan con restringir la financiación de la investigación básica que se concentra en la economía. Creemos que tales acciones son equivocadas y tendrán efectos adversos a largo plazo en la economía y la salud pública. La investigación social y de comportamiento independiente de los partidos y reseñada por pares es crucial a la hora de proveer hechos que ofrezcan una brújula tanto para el sector privado como para el público.
Un ejemplo es la investigación económica en el ámbito de la salud. Estudios financiados por los Institutos Nacionales de Salud de EE.UU. (NIH) y llevados a cabo por Jeanne Brooks-Gunn de la Universidad de Columbia y otros investigadores muestran que las condiciones socioeconómicas en el hogar, la crianza y otras influencias ambientales tienen un impacto crítico en la salud y el desarrollo de los niños.
La investigación financiada por el Estado también ha demostrado que darles dinero a las familias, como lo hicimos durante la fallida Guerra contra la Pobreza de la década de los 60, no mejora la movilidad social ni genera oportunidades económicas. No hay que olvidar que fue el trabajo patrocinado por el gobierno y llevado a cabo por Robert Moffitt y otros en la Universidad Johns Hopkins el que ayudó a cimentar el análisis que sirvió de base para la reforma a la seguridad social en la década de los 90 en Estados Unidos.
La continuación de la investigación financiada por el Estado sin duda generará políticas similarmente efectivas en un rango amplio de áreas. Los buenos datos son esenciales para las buenas políticas, pero las cifras solas no son suficientes. Los estudios sobre las causas profundas de los problemas sociales y económicos son críticos para formular políticas sabias.
Considere el creciente costo de la salud en EE.UU., que se debe en gran parte a los comportamientos poco saludables. Los programas para educar a los estadounidenses sobre los beneficios de los comportamientos saludables, tales como cumplir con los protocolos médicos, no fumar, el ejercicio periódico y una dieta saludable no están completamente desarrollados y casi no han sido investigados. Por ejemplo, el no tomar el medicamento warfarin (un anticoagulante) tal y como lo receta el médico ha puesto a muchos pacientes en riesgo de una trombosis. Investigaciones financiadas por NIH han desarrollado un nuevo enfoque: un incentivo financiero similar a una lotería que mejora sustancialmente la tasa de pacientes que toman la medicina, lo cual reduce los costos. Otorgar incentivos financieros para adherirse a los protocolos de salud reduce la carga de las enfermedades sobre la sociedad.
Otras investigaciones financiadas con fondos públicos, como las de Jonathan Gruber de MIT y David Wise de la Universidad de Harvard, han hallado que crear el menú correcto de opciones tiene una gran importancia en las decisiones de jubilación, al influir en la capacidad de las personas de la tercera edad para pagar por los servicios de salud a largo plazo. Esta y otras investigaciones sociales y de comportamiento ayudan a la sociedad a entender las fuentes de los problemas que enfrenta la tercera edad y a desarrollar políticas efectivas para asistirlos.
También necesitamos seguir invirtiendo en nuestra "infraestructura de datos" para obtener más conocimientos sobre los problemas sociales relacionados con la salud. Por ejemplo, el Instituto Nacional del Envejecimiento de EE.UU. está recopilando datos en el país y en todo el mundo para monitorear la salud y el bienestar de los ancianos. Esto nos ayudará a entender el impacto del envejecimiento de las sociedades y otros cambios a largo plazo (como el aumento en las tasas de obesidad) en la economía y a mejorar las políticas públicas.
No podemos esperar que el mercado por si sólo apoye la economía básica y la investigación social, incluyendo la recopilación de datos, ya que son bienes públicos que son difíciles de apropiar. Al recortar la grasa extra considerable de la dieta pública no debemos cortar la carne que nos ha ayudado a hacer a la economía de EE.UU. la mayor y más fuerte en la historia.
—Becker y Heckman, ganadores del Nobel de economía en 1992 y 2000, respectivamente, son profesores de la Universidad de Chicago. Becker también es académico de la Institución Hoover de la Universidad de Stanford.
Por estas razones, el gobierno estadounidense lleva mucho tiempo apoyando la investigación en física, química, biología y medicina y, en menor medida, en economía y otras ciencias sociales. También ha jugado un papel preponderante en la creación de bases de datos objetivas con las cuales se pueden trazar políticas inteligentes. Esta investigación y datos han dado grandes frutos al proveer un entendimiento más acabado del ADN, el genoma humano y muchos otros fenómenos cruciales en el mundo moderno.
De hecho, el impresionante crecimiento en la expectativa de vida en el mundo desarrollado en los últimos 60 años ha sido el resultado de los esfuerzos combinados de investigadores básicos financiados por el gobierno en universidades y otros lugares e investigadores aplicados en empresas farmacéuticas y biotecnológicas con ánimo de lucro, además de los institutos sin fines de lucro.
También se han obtenido avances como resultado del apoyo del Estado a las ciencias sociales y del comportamiento, específicamente la investigación económica. No obstante, las medidas recientes del Congreso amenazan con restringir la financiación de la investigación básica que se concentra en la economía. Creemos que tales acciones son equivocadas y tendrán efectos adversos a largo plazo en la economía y la salud pública. La investigación social y de comportamiento independiente de los partidos y reseñada por pares es crucial a la hora de proveer hechos que ofrezcan una brújula tanto para el sector privado como para el público.
Un ejemplo es la investigación económica en el ámbito de la salud. Estudios financiados por los Institutos Nacionales de Salud de EE.UU. (NIH) y llevados a cabo por Jeanne Brooks-Gunn de la Universidad de Columbia y otros investigadores muestran que las condiciones socioeconómicas en el hogar, la crianza y otras influencias ambientales tienen un impacto crítico en la salud y el desarrollo de los niños.
La investigación financiada por el Estado también ha demostrado que darles dinero a las familias, como lo hicimos durante la fallida Guerra contra la Pobreza de la década de los 60, no mejora la movilidad social ni genera oportunidades económicas. No hay que olvidar que fue el trabajo patrocinado por el gobierno y llevado a cabo por Robert Moffitt y otros en la Universidad Johns Hopkins el que ayudó a cimentar el análisis que sirvió de base para la reforma a la seguridad social en la década de los 90 en Estados Unidos.
La continuación de la investigación financiada por el Estado sin duda generará políticas similarmente efectivas en un rango amplio de áreas. Los buenos datos son esenciales para las buenas políticas, pero las cifras solas no son suficientes. Los estudios sobre las causas profundas de los problemas sociales y económicos son críticos para formular políticas sabias.
Considere el creciente costo de la salud en EE.UU., que se debe en gran parte a los comportamientos poco saludables. Los programas para educar a los estadounidenses sobre los beneficios de los comportamientos saludables, tales como cumplir con los protocolos médicos, no fumar, el ejercicio periódico y una dieta saludable no están completamente desarrollados y casi no han sido investigados. Por ejemplo, el no tomar el medicamento warfarin (un anticoagulante) tal y como lo receta el médico ha puesto a muchos pacientes en riesgo de una trombosis. Investigaciones financiadas por NIH han desarrollado un nuevo enfoque: un incentivo financiero similar a una lotería que mejora sustancialmente la tasa de pacientes que toman la medicina, lo cual reduce los costos. Otorgar incentivos financieros para adherirse a los protocolos de salud reduce la carga de las enfermedades sobre la sociedad.
Otras investigaciones financiadas con fondos públicos, como las de Jonathan Gruber de MIT y David Wise de la Universidad de Harvard, han hallado que crear el menú correcto de opciones tiene una gran importancia en las decisiones de jubilación, al influir en la capacidad de las personas de la tercera edad para pagar por los servicios de salud a largo plazo. Esta y otras investigaciones sociales y de comportamiento ayudan a la sociedad a entender las fuentes de los problemas que enfrenta la tercera edad y a desarrollar políticas efectivas para asistirlos.
También necesitamos seguir invirtiendo en nuestra "infraestructura de datos" para obtener más conocimientos sobre los problemas sociales relacionados con la salud. Por ejemplo, el Instituto Nacional del Envejecimiento de EE.UU. está recopilando datos en el país y en todo el mundo para monitorear la salud y el bienestar de los ancianos. Esto nos ayudará a entender el impacto del envejecimiento de las sociedades y otros cambios a largo plazo (como el aumento en las tasas de obesidad) en la economía y a mejorar las políticas públicas.
No podemos esperar que el mercado por si sólo apoye la economía básica y la investigación social, incluyendo la recopilación de datos, ya que son bienes públicos que son difíciles de apropiar. Al recortar la grasa extra considerable de la dieta pública no debemos cortar la carne que nos ha ayudado a hacer a la economía de EE.UU. la mayor y más fuerte en la historia.
—Becker y Heckman, ganadores del Nobel de economía en 1992 y 2000, respectivamente, son profesores de la Universidad de Chicago. Becker también es académico de la Institución Hoover de la Universidad de Stanford.
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