Por Eduardo Goligorsky
En el artículo El poder de las firmas, expresé mi desazón por
el hecho de que Mario Vargas Llosa, uno de los intelectuales más lúcidos
y más representativos del pensamiento liberal de nuestro tiempo, se
hubiera sumado a otros personajes famosos para formar un movimiento a
favor de la legalización de las drogas.
Ahora es otro manifiesto, firmado por otros dos intelectuales cuya lucidez y coherencia con el pensamiento liberal los sitúan a la altura de Vargas Llosa, el que me produce una sensación de desconcierto y perplejidad.
La razón es que dicho manifiesto, suscripto también por otras personalidades prestigiosas, no obstante declararse a favor de la democracia global (http://globaldemocracymanifesto.wordpress.com) está contaminado por la presencia de tres ideólogos del fundamentalismo totalitario antisistema: Antonio (alias Toni) Negri, Noam Chomsky y Susan George.
Los dos intelectuales a los que no puedo imaginar en semejante compañía contaminante son el español Fernando Savater y el argentino Juan José Sebreli, a quienes, además, me une el afecto personal.
London School of Economics con el patrocinio de Occupy London, entre otras oenegés.
Después de hacer algunas consideraciones bienintencionadas sobre los objetivos del movimiento, tan ambiciosos como quiméricos, Savater se pregunta, con innato realismo: "¿Un repertorio de sueños e ilusiones?". La respuesta podría hallarla en su ya clásico Política para Amador (Ariel, 1992):
Y lo mismo puede decirse de Juan José Sebreli, quien en su libro El asedio a la modernidad (Ariel, 1992) arremete contra los enemigos del progreso tecnológico junto a los que aparece firmando este manifiesto:
Después del 11-S, Chomsky se puso a la cabeza de los quintacolumnistas que atribuyeron la barbarie de los terroristas a culpas pasadas de Estados Unidos. Así, escribió en su libro 11/09/2001 (RBA, 2001):
¿Democracia global? Desconfiemos. Desde los tiempos de Willi Münzenberg las fábricas de mentiras totalitarias se especializan en prostituir conceptos y valores que para nosotros son sagrados. Las democracias populares fueron los satélites del imperio comunista. La democracia orgánica fue la pantalla de la dictadura franquista. La lucha antifascista abrió las puertas de España a los chequistas y comisarios políticos estalinistas. Los comités por la paz eran la punta de lanza de los belicistas soviéticos. Los derechos humanos son el pretexto que utiliza la dominadora Cristina Fernández de Kirchner para canonizar a los terroristas montoneros. Y así sucesivamente.
Temo que las panaceas utópicas de este manifiesto, contaminado por las firmas de furibundos enemigos de la democracia, sean producto del caos ideológico que acompaña a la crisis global. A este tipo de manifiestos promiscuos se les puede aplicar lo que el inolvidable Enrique Santos Discépolo escribió en su tango Cambalache:
Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida
y herida por un sable sin remache
ves llorar la Biblia contra un calefón.
Ahora es otro manifiesto, firmado por otros dos intelectuales cuya lucidez y coherencia con el pensamiento liberal los sitúan a la altura de Vargas Llosa, el que me produce una sensación de desconcierto y perplejidad.
La razón es que dicho manifiesto, suscripto también por otras personalidades prestigiosas, no obstante declararse a favor de la democracia global (http://globaldemocracymanifesto.wordpress.com) está contaminado por la presencia de tres ideólogos del fundamentalismo totalitario antisistema: Antonio (alias Toni) Negri, Noam Chomsky y Susan George.
Los dos intelectuales a los que no puedo imaginar en semejante compañía contaminante son el español Fernando Savater y el argentino Juan José Sebreli, a quienes, además, me une el afecto personal.
Pedagogía liberal
Ha sido precisamente Savater quien ha divulgado la existencia del manifiesto en el artículo "Reactivar la democracia" (El País, 3/7/2012), aunque la presentación se efectuó en laDespués de hacer algunas consideraciones bienintencionadas sobre los objetivos del movimiento, tan ambiciosos como quiméricos, Savater se pregunta, con innato realismo: "¿Un repertorio de sueños e ilusiones?". La respuesta podría hallarla en su ya clásico Política para Amador (Ariel, 1992):
Suele llamarse "utopía" a un orden político en el que predominaría
al máximo alguno de nuestros ideales (justicia, igualdad, armonía con la
naturaleza...) pero sin ninguna desventaja ni contrapartida dañina.
Como proyecto es una tontería: supongo que quienes se lo
recomiendan a los jóvenes como típico anhelo de su edad es porque les
consideran bobos. En cuanto imposición es todavía peor, como
han demostrado en este siglo los totalitarismos (siempre con
pretensiones utopistas): es el sueño de unos pocos que llega a
convertirse en pesadilla para todos los demás.
Este mismo libro, que es un compendio de pedagogía liberal,
desenmascara a los ecólatras, o idólatras de la ecología, y desmonta las
falacias del pacifismo y el antimilitarismo radicales, a pesar de la
notoria animadversión del autor hacia los ejércitos. Todo lo cual sitúa a
Savater en las antípodas de sus circunstanciales asociados
totalitarios. Es tan imposible imaginarlo compartiendo un proyecto de
sociedad con Toni Negri, Noam Chomsky y Susan George, como
compartiéndolo con Arnaldo Otegi.Y lo mismo puede decirse de Juan José Sebreli, quien en su libro El asedio a la modernidad (Ariel, 1992) arremete contra los enemigos del progreso tecnológico junto a los que aparece firmando este manifiesto:
Los neorrománticos antitecnológicos identifican el progreso con el
deterioro de la calidad de vida: polución, contaminación de las aguas,
disminución de la capa de ozono, deforestación, etcétera. Aparte de que,
como veremos más adelante, muchas de estas degradaciones se dan
precisamente en las sociedades menos tecnificadas, los antitecnológicos
olvidan que era mucho menos saludable aun vivir en la era anterior a las
vacunas y los antibióticos, cuando las pestes diezmaban a poblaciones
enteras y el promedio de vida no pasaba de los treinta años. La técnica
ha logrado controlar las pestes, las plagas, y virtualmente el hambre,
que sólo subsiste en algunas regiones del planeta por una organización
política y social injusta.
En verdad, toda la prolífica obra escrita de Sebreli denuncia, con
erudición enciclopédica, las estratagemas de que se valen los
totalitarismos para aniquilar nuestra civilización.Obsesión nihilista
Vayamos, ahora, a los firmantes del manifiesto que lo contaminan con los detritos de su anacrónica obsesión nihilista. En mi artículo La serpiente ha resucitado, cité la confesión que el veterano ideólogo del terrorismo italiano, Toni Negri, le hizo a Lola Galán (El País, 27/10/2001):
Me irrita la gente que lo analiza todo en términos antisoviéticos.
Es una posición que ha provocado una guerra, la guerra fría, y ahora hay
muchísima (sic) gente que tiene nostalgia de esta época, tanto en los
países ex soviéticos como fuera de ellos (...) Pese a todo la soviética,
con sus aspectos orientales, con su tradición zarista, con su
totalitarismo, era una gran corriente de civilización. Pese a todo,
Stalin logró hacer avanzar a la URSS en términos de productividad, a
niveles que los talibanes no han logrado (sic).
¿Toni Negri firmante de un Manifiesto por la Democracia Global? En el libro Imperio
(Paidós Ibérica, 2002), que escribió junto con el profesor Michael
Hardt, Negri expuso su teoría de la "oclocracia", o sea, según el
Diccionario de la RAE, el "gobierno de la muchedumbre o la plebe". La
muchedumbre, o la multitud, como prefiere llamarla Negri, deberá
arrebatar el poder al "imperio", un ente tan difuso e inasible como la
misma multitud. He aquí el plan explícito de este flamante infiltrado en
el Manifiesto por la Democracia Global:
Nuestra tarea política, como sostendremos en este libro, no es
meramente resistir a estos procesos [de globalización], también es
reorganizarlos y redirigirlos hacia nuevos fines. Las fuerzas creativas
de la multitud que sostienen el imperio también son capaces de construir
autónomamente un contraimperio, una organización política alternativa a
los flujos e intercambios globales. Las luchas por combatir y subvertir
el imperio, así como aquellas destinadas a construir una alternativa
real, deberán pues librarse en el terreno imperial mismo. En realidad,
estas nuevas luchas ya han comenzado a surgir (...) Esta es una
revolución que ningún poder podrá controlar, porque el biopoder (sic) y
el comunismo, la cooperación y la revolución continúan unidos, en el
amor, la simplicidad y también la inocencia. Esta es la irrefrenable
levedad y dicha de ser comunista.
Maniqueísta antiestadounidense
Si Toni Negri es un aliado impresentable, no se puede decir menos del maniqueísta antiestadounidense Noam Chomsky. Me ocupé de él en el artículo "11-S: La Quinta Columna intelectual contra Occidente", en la revista La Ilustración Liberal (nº 49).Después del 11-S, Chomsky se puso a la cabeza de los quintacolumnistas que atribuyeron la barbarie de los terroristas a culpas pasadas de Estados Unidos. Así, escribió en su libro 11/09/2001 (RBA, 2001):
A los intelectuales occidentales les conviene hablar de "causas más
profundas", como el odio a los valores occidentales y al progreso. Es
una forma sutil de evitar preguntas sobre el origen de la red de Bin
Laden misma, sobre las prácticas que conducen a la ira, al miedo y a la
desesperanza a través de la región (...) El gobierno de Estados Unidos
explota ahora la ocasión de apretar su propia agenda: militarizar,
restringir las libertades, de modo de acabar con las protestas y el
debate públicos.
Todo esto acompañado por una diatriba contra el ex presidente Bill
Clinton, que había ordenado bombardear instalaciones del régimen
despótico y esclavista de Sudán. Vaya hallazgo, la incorporación de
Chomsky al Manifiesto por la Democracia Global.Fábricas de mentiras
Nos queda Susan George. Como expliqué en mi artículo La palabra maldita, su panfleto El informe Lugano (Icaria, 2001), es una burda parodia del libelo Los protocolos de los sabios de Sión, y en él describe cómo un cónclave de malvados capitalistas resuelve que sólo podrán conservar el orden establecido y sus ganancias si la población mundial se reduce en dos mil millones de personas en los próximos veinte años. El Informe propone distintos métodos para estimular la mortandad -enfermedades, guerras, etcétera-, mediante procedimientos indetectables.¿Democracia global? Desconfiemos. Desde los tiempos de Willi Münzenberg las fábricas de mentiras totalitarias se especializan en prostituir conceptos y valores que para nosotros son sagrados. Las democracias populares fueron los satélites del imperio comunista. La democracia orgánica fue la pantalla de la dictadura franquista. La lucha antifascista abrió las puertas de España a los chequistas y comisarios políticos estalinistas. Los comités por la paz eran la punta de lanza de los belicistas soviéticos. Los derechos humanos son el pretexto que utiliza la dominadora Cristina Fernández de Kirchner para canonizar a los terroristas montoneros. Y así sucesivamente.
Temo que las panaceas utópicas de este manifiesto, contaminado por las firmas de furibundos enemigos de la democracia, sean producto del caos ideológico que acompaña a la crisis global. A este tipo de manifiestos promiscuos se les puede aplicar lo que el inolvidable Enrique Santos Discépolo escribió en su tango Cambalache:
Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida
y herida por un sable sin remache
ves llorar la Biblia contra un calefón.
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