miércoles, 22 de agosto de 2012

Una larga cadena de abusos en la Argentina

Una larga cadena de abusos en la Argentina

ChainPor Enrique Aguilar
El Imparcial, Madrid
Es tan ostensible el nivel de arbitrariedad del gobierno argentino que resulta difícil pensar en experiencias democráticas equiparables más allá de nuestras fronteras. Las hay, por cierto, empezando por la propia América Latina, donde el caso venezolano se revela como la referencia obligada a la hora de preguntarse hacia dónde se encamina nuestro país.
Apenas un par de años atrás, este paralelismo podía parecer todavía premeditado. Sin embargo, hoy por hoy, tanto analistas locales como extranjeros coinciden más y más en trazarlo mientras se acumulan pruebas tales como las recientes revelaciones sobre los talleres de adoctrinamiento que el kirchnerismo, desde su brazo más militante que es la agrupación La Cámpora, está desarrollando en escuelas públicas del país, trasgrediendo desde luego la legislación vigente sobre la realización de actos partidarios en establecimientos educativos y con el aval explícito de la presidenta quien acaba de justificarse con el argumento de que “hay que formar argentinos comprometidos con su país”.

Nada nuevo. La inobservancia de la ley se ha vuelto un modus operandi del ahora llamado “cristinismo” (una suerte de kirchnerismo ideológicamente exacerbado pero sin la cintura política que, mal que bien, caracterizó al extinto ex presidente). Entretanto, los argentinos asistimos pasivamente a un espectáculo donde se dan cita la corrupción, la tergiversación de los índices inflacionarios, la inoperancia de los organismos de control, un Estado colonizado por el partido gobernante, la intolerancia al disenso y otras prácticas autoritarias que, sin alternativa ninguna a la vista, dejan a nuestra democracia indefensa y a merced de un proyecto hegemónico que viene a cifrarse en una fórmula salida de labios de la presidenta: “Vamos por todo”.
No obstante, si no es tarea fácil, como afirmaba John Locke, convencer a una sociedad de la necesidad de enmendar los vicios de un régimen al que se ha acostumbrado, está visto que tarde o temprano esa oportunidad llega. Los pueblos, decía Locke, “son capaces de soportar sin rebelarse y sin murmurar leyes inconvenientes y todos los deslices a que está expuesta la fragilidad humana”. Pero si “una larga cadena de abusos” (a long train of abuses) dejan ver las maquinaciones ocultas de los gobernantes, lo más probable es que el pueblo despierte y que su abulia o pasividad se transforme en resuelta voluntad de cambio.
Yo creo que muchos argentinos que están hace rato despiertos son conscientes de la “larga cadena de abusos” que se vienen cometiendo. Por el bien de nuestra República y para poner límite a tanta desmesura, sería deseable que el año próximo, cuando tengan lugar las elecciones legislativas, esa conciencia subsista y se haga presente en las urnas.

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