Cuba: ¿Nos hemos acostumbrado a la suciedad?
Por Yoani Sánchez
Un adolescente escribe -con su dedo
índice- la palabra “límpiame” sobre el polvo de la ventanilla del
ómnibus. Una madre pregunta a su hijo cómo está el baño de la escuela y
este confirma que “la peste no lo deja ni entrar”. Una estomatóloga se
come una fritura delante de su paciente y con las manos sin lavar
procede a extraerle la muela. Un transeúnte hace gotear el queso de su
pizza -recién salida del horno- sobre la acera, donde se acumula en un
charco de grasa. Una camarera limpia con un trapo pestilente las mesas
de la heladería Coppelia y reparte vasos pegajosos por sucesivas capas de lácteo mal fregadas. Un turista se bebe
embelesado un mojito en el que flotan varios cubos de hielo hechos con
agua del grifo. Una fosa albañal se desborda a pocos metros de la
cocina de un centro recreativo para niños y adolescentes. Una cucaracha
pasa rauda y veloz por la pared de la consulta mientras el médico
ausculta al paciente.