Una creación de Jerzy Kosinski
Por Alberto Benegas Lynch (h)
Diario de América
Diario de América
Se trata de la fascinación que produce el
lenguaje sibilino. Lo vemos en filosofía a través de textos extenuantes
de factura incomprensible plagados de neologismos, frases tortuosas y
razonamientos circulares. Lo comprobamos en ensayos de economía que
parecen fabricados para mofarse del lector inundados de lenguaje
críptico, contradicciones permanentes y modelos econométricos
inconducentes. Karl Popper ha escrito en su colección titulada
Conocimiento objetivo que “la búsqueda de la verdad solo es posible si
hablamos sencilla y claramente, evitando complicaciones y tecnicismos
innecesarios. Para mí, buscar la sencillez y lucidez es un deber moral
de todos los intelectuales: la falta de claridad es un pecado y la
presunción un crimen”. Por su parte, Wilhelm Röpke consigna que “cuando
uno trata de leer un journal de economía en estos días, frecuentemente
uno se pregunta si uno no ha tomado inadvertidamente un journal de
química o hidráulica” y, más recientemente, el sonado escándalo que
produjeron Alan Sokal y Jean Bricmont quienes luego de pasar por los
referatos del caso y publicar en la revista académica Social Text,
declararon que se estaban burlando debido a los disparates conceptuales e
imposturas que contenía el trabajo .
Kosinski fue
permanentemente agredido por ramificaciones slalinistas en la
universidad de su Polonia natal donde después de infinitos calvarios se
doctoró en sociología mientras trabajaba como instructor de ski hasta
que logró escaparse a Estados Unidos donde trabajó como conductor de
camiones de día y en horario parcialmente nocturno de cuidador de un
predio de estacionamiento. Al mismo tiempo, estudiaba inglés hasta que
pudo aplicar a una beca de la Ford Foundation que obtuvo para estudiar
en la Universidad de Columbia donde también se doctoró en psicología
social y escribió dos libros de gran éxito editorial: No Third Path
donde muestra la inconsistencia de pretender una tercera vía entre la
libertad y el totalitarismo y The Future is Ours, Comrade en el que
invita al levantamiento de sus coterráneos contra las botas comunistas.
Fue profesor de prosa inglesa y crítica literaria en las universidades
de Yale y Princeton, recibió el premio de literatura de la American
Academy y del National Institute of Arts and Letters y presidió el
capítulo estadounidense del PEN Club. Sus múltiples novelas fueron
best-sellers, una de ellas -Being There- se llevó al cine y obtuvo el
Best Screen of the Year Award.
Es a esta novela a la que hacemos
breve referencia en estas líneas. Alude a un jardinero analfabeto
conciente de su ignorancia en los temas que le preguntan y repreguntan
audiencias fascinadas por lo que consideran un léxico repleto de
sabiduría que estiman hace referencias metafóricas al cuidado de
jardines. Muchos fueron los reputados personajes que se hipnotizaban con
lo que no entendían y afanosamente buscaban soluciones políticas a los
enredos que ellos mismos habían generado. El cuadro de este escrito de
ficción resulta que puede fácilmente trasladarse a la no ficción, esto
es, a lo que se vive hoy en muchos ambientes políticos en los que los
figurones del caso presumen conocimientos que no tienen ni pueden tener
puesto que éstos se encuentran dispersos y fraccionados entre millones
de personas. Las pretendidas directivas de gobernantes megalómanos,
concentran ignorancia al cerrarle las puertas a los procesos abiertos y
competitivos compatibles con la sociedad abierta.
No tiene
desperdicio la entrevista del jardinero con el presidente estadounidense
quien concluye después de la reunión: “tengo que admitir que lo que
acabo de escuchar es lo más refrescante y optimista que me han dicho en
mucho tiempo” a raíz de la descripción de las estaciones de verano,
otoño, invierno y primavera que había realizado con la mayor inocencia
aquella persona que no tenía contacto alguno con el mundo exterior como
no sea a través de la televisión.
Todo el clima de los burócratas
instalados en Washington DC se traduce un una sátira a la política cuyo
establishment en verdad ha perdido contacto con la realidad. Las
reflexiones de quien se ocupa de cultivar un jardín están formuladas de
modo literal pero, como decimos, los receptores del mensaje,
acostumbrados a complicar las cosas, lo entienden como consideraciones
alegóricas.
Kosinski intenta con éxito subrayar la simpleza de
las cosas y el afán de los burócratas por estrangular los hechos hasta
convertirlos en fenómenos irreconocibles e imposibles de abordar. No son
capaces de entender que, igual que en un jardín, de lo que se trata es
de cuidar, preservar y no desnaturalizar ni pervertir en el contexto de
una superlativa presunción del conocimiento que ubica a los gobernantes
en una posición de pretendida omnisciencia (y omnipotencia).
Este
encuadre que efectúa el autor comentado, puede extenderse a otras áreas
como el arte moderno donde también los impostores encajan
construcciones que igual que la música confunden el ruido con melodía al
exhibir adefesios que en nada reflejan standards de excelencia, con la
complicidad de algunos snobs y timoratos que declaran que son obras
“demasiado complejas” como para que las entienda una mente normal.
Estos
comportamientos tortuosos aplicados al campo político hacen mucho daño
desde el momento que apuntan a colocar a algunos iluminados en
pedestales y el resto de los mortales como súbditos obedientes que deben
admirar y aplaudir los tejes y manejes sobre las vidas y las haciendas
ajenas, en lugar de abrir las puertas y ventanas de par en par al efecto
de que las relaciones libres y pacíficas administren lo que les
concierne.
En su libro La visión cuántica del universo Jacques Rueff
dice que no alcanza a comprender como muchas veces se necesitan
microscopios para diferenciar variables continuas de las discretas en
pequeñas partículas y, simultáneamente, se trata lo que es a todas luces
evidente: el ser humano separado de lo colectivo pero, sin embargo, se
lo trata como parte de una masa indiferenciada y se lo administra como
manada. Esto es así para obtener poder y funcionarios y reparticiones
que lo secunden. Si las cosas fueran simples, sería simple el aparato
estatal y no se justificaría tanta pompa ni tanto presupuesto. A su vez,
como escribe Erich Fromm en El miedo a la libertad, los gobernantes
requieren toda la parafernalia que rodea a los poderosos al efecto de
encubrir el vacío existencial y la debilidad de quienes están
incrustados en el trono y que deben encadenarse a la multitud dominada
sin la cual se desploman.
El escritor polaco al que nos referimos
ha dejado en muchos de sus trabajos un testimonio de gran valor que
seguirá influyendo en las generaciones futuras como un grito de libertad
y respeto recíproco. En la novela de marras, la ternura y la bondad
del jardinero contrasta abiertamente con sus anfitriones que solo buscan
aumentar su poder en detrimento de sus congéneres. Como tantos otros
casos, también mostró en lo personal la acogedora atmósfera que brinda
la sociedad abierta que permite y estimula a quienes se esfuerzan para
alcanzar éxitos resonantes.
En realidad, el trasfondo de la
ironía y la comicidad en la novela de Jerzy Kosinski respecto a la
política y los políticos se sustenta en la maleabilidad de las
muchedumbres y en su fanatismo. Gustav Le Bon lo subraya en su
Psicología de las multitudes cuando apunta la incapacidad de juicio
crítico y razonamiento en la aglomeraciones humanas donde “lo que se
acumula no es el talento sino la estupidez” porque “en el alma de las
muchedumbres lo que siempre domina no es la necesidad de libertad sino
la de servidumbre”…tal vez se necesiten más voces fuertes como las de
los Émile Zola para acusar a los impostores, de frente y sin tapujos ni
doble discurso.
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