El
desplome de Colombia llama a la reflexión.
El peligro que corría Colombia como nación estructurada
democráticamente, donde se habían ensayado varios métodos para
doblegarla, parecía previsible. Los métodos más virulentos para
despojarla de su envestidura democrática, los de la vía armada para
asumir el poder, parecían haber fracasado bajo el liderazgo de
Alvaro Uribe, que prácticamente neutralizó la guerrilla marxista de
las FARC y puso bajo control otros grupos subversivos.
Lamentablemente y como bien reconoce el destacado columnista
colombiano, Ricardo Puentes Melo: “ Es que nadie ha pensado ni por
un solo momento en que los propósitos de los maleantes comunistas
nunca cambian, y que indultarse es apenas una estrategia más para su
fin único: La toma del poder”.
Aquí comienza la esencia de este análisis, como las fuerzas
malévolas de la izquierda son capaces de desarrollar iniciativas que
refuerzan su estrategia para subvertir el poder democrático. Muchos
ingenuos o mal intencionados como el presidente Obama , no consideran
un peligro a los que no cuentan con la fuerza militar para imponerse
y lograr el poder por la fuerza. Sin considerar esta nueva versión,
más inteligente y sofisticada que es la penetración ideológica,
donde convierten a la supuesta fuerza enemiga en su propia fuerza.
También se apoyan en un marco legal, que le posibilita las
debilidades jurídicas de la democracia y ponen en práctica su razón
hecha ley. Toda esta estrategia partió del Foro de Sao Paulo y como
bien reseña Alejandro Peña Esclusa, las conquistas del socialismo en
América Latina deben entenderse no como brotes aislados, sino como
una respuesta sistemática a un proyecto político continental, guiado
más por la desmedida ambición particular que por el amor al pueblo y
eso justifica que se tracen prioridades sobre países de interés como
Colombia, Chile, etc. los más renegados en formar parte del eje del
mal.
Aunque la izquierda siempre tuvo sus pretensiones y ambiciones
políticas en América Latina, la antigua Unión Soviética como
potencia, encargó al Gobierno cubano de ejecutar de forma operativa
la penetración y subversión en el continente, pero fundamentalmente
por la vía armada. O sea, era cuando se tenía el concepto de que
mediante las revoluciones era la mejor forma de llegar y
consolidarse en el poder.
El vacío de influencia que dejó
la Unión Soviética, además de su hegemonía han
sido ocupados
por varios grupos de connotación mundial,
que persiguen dos cosas: apoderarse del control político, ideológico
y religioso por un lado y montar una plataforma de acción lo más
cercana
posible
a
los Estados Unidos.
En estos propósitos se ha avanzado bastante, ya que el régimen
totalitario en Cuba, a pesar del derrumbe del campo socialista,
siguió prevaleciendo y sigue siendo un santuario del
antiamericanismo mundial. Su posición geográfica con respecto a los
Estados Unidos sigue siendo
privilegiada y
de un valor
estratégico
incalculable, por lo que China, los países árabes y hasta la
propia Rusia le siguen posibilitando los recursos necesarios para
apuntalar el sistema y que no colapse, a pesar de lo inoperante que
resulta ese sistema en todas partes. También a ese cúmulo de
intereses se suman países como Brasil y otros, que como tarea asumen
dentro de este macabro proyecto, subvencionar al Gobierno cubano,
como sucede con Venezuela.
El poder económico de la izquierda latinoamericana, sumado a los
recursos financieros y tecnológicos de China, Rusia e Irán la
convierte en un fenómeno a tener en cuentas. Por muchos años se
dijo que Estados Unidos mediante la presión económica sometía
políticamente a los países, pero en realidad las limitaciones de la
democracia americana y su estructura económica, basada en la empresa
privada le hacía bastante difícil ese propósito, pero los manejos
operativos de los recursos, sin tener que rendir cuenta por ellos,
hacen de la izquierda un instrumento de sometimiento y chantaje a
que los gobiernos les he muy difícil escapar, como sucede con el
subsidio petrolero de Venezuela y los petrodólares de Chávez, que
han apuntalado y llevado a la presidencia a gobiernos como el de
Cristina Fernández en Argentina y sostenido otros como Evo Morales
en Bolivia y Daniel Ortega en Nicaragua.
El apoderamiento geopolítico de la izquierda en Latinoamérica es
evidente, pero ha surgido una nueva variante muy interesante. No es
necesario llevar un presidente de izquierda al poder, si un
presidente de la supuesta derecha cede a las presiones de la
izquierda y además permite que las instituciones básicas como las
del poder judicial y del legislativo sean ocupadas por izquierdistas
como ha sucedido en Colombia, un gobierno de derecha es más
conveniente.
En este contexto bien cabe incluir a México, con un Felipe Calderón, que su antiamericanismo furibundo lo convirtió en el aliado perfecto del eje del mal internacional. Quien además contó con un nuevo elemento de este proyecto, la participación de un empresariado también con motivaciones izquierdistas. Todo eso está incluido en el Manual del Socialismo del Siglo XXI.
La situación de Colombia es preocupante, pues hasta sus fuerzas armadas han perdido una gran batalla. Una batalla jurídica, que le ha dejado fuera de combate a más de 12 mil efectivos, incluso de muy alto rango, con una jugada judicial de imputación de falsos positivos como testigos de delitos de guerra, algo que las Fuerzas Armadas colombianas no han sabido enfrentar, pues el presidente Santos a pesar de su compromiso de campaña, la ha abandonado y dejado a merced de esta izquierda que lo corroe todo por dentro.
En este contexto bien cabe incluir a México, con un Felipe Calderón, que su antiamericanismo furibundo lo convirtió en el aliado perfecto del eje del mal internacional. Quien además contó con un nuevo elemento de este proyecto, la participación de un empresariado también con motivaciones izquierdistas. Todo eso está incluido en el Manual del Socialismo del Siglo XXI.
La situación de Colombia es preocupante, pues hasta sus fuerzas armadas han perdido una gran batalla. Una batalla jurídica, que le ha dejado fuera de combate a más de 12 mil efectivos, incluso de muy alto rango, con una jugada judicial de imputación de falsos positivos como testigos de delitos de guerra, algo que las Fuerzas Armadas colombianas no han sabido enfrentar, pues el presidente Santos a pesar de su compromiso de campaña, la ha abandonado y dejado a merced de esta izquierda que lo corroe todo por dentro.
Y muchos se preguntan, cómo se pudo desplomar Colombia, si todo
indicaba que Alvaro Uribe la dejaba en las mejores manos y un
proceso de seguridad democrática casi consolidado, pero lo principal
es que Santos cayó en las garras de la penetración ideológica y
aunque no sea uno de ellos, se comporta como tal. Santos ha
facilitado que todo el trabajo de inteligencia implantado por Uribe
sea desmontado, y actualmente las fuerzas de los violentos parecen
reverdecer laureles como en sus mejores tiempos. O sea, que la red
de inteligencia que tanto esfuerzos y recursos costó establecer en
Colombia, Juan Manuel Santos la borró de un plomazo, con tal de
congraciarse con sus nuevos “amiguis”.
Todo esto en un ambiente político raro y confuso, cuando el mayor
baluarte de la democracia occidental, que debe ser el presidente de
los Estados Unidos, actualmente Barack Obama, ideológicamente
pertenece a la misma corriente de sus correligionarios de la
izquierda, incluida la de su propio país. Y es en este país, donde
ya comienzan a verse los primeros indicios de la puesta en práctica
la nueva estrategia de la toma del poder por la vía institucional. ¡Que
Dios nos coja confesados!
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