El 24 de agosto, los ministros de Exteriores de Latinoamérica y el Caribe se reunirán en Washington para una cumbre de la venerable Organización de Estados Americanos (OEA). Se meterán directa y precipitadamente en la disputa en la que están envueltos Julian Assange, fundador de WikiLeaks, la concesión de asilo diplomático por parte de Ecuador y el Reino Unido.
¿Por qué ahora? ¿Por qué en Washington? ¿Por qué la OEA? Probablemente porque es otra oportunidad de manchar la imagen de Estados Unidos.
Es probable que Ecuador y sus amigos izquierdistas de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) denuncien a un aliado de Estados Unidos por su presunta amenaza de invadir la embajada ecuatoriana en Londres, al estilo de la “diplomacia de las cañoneras”. Insistirán en los presuntos planes conspirativos a los que Estados Unidos da refugio para asegurar que la entrega legal de Assange dejará al “valiente” australiano luchando desesperadamente por su vida en las garras de la vengativa y hermética injusticia de Estados Unidos.
Por una vez, el Departamento de Estado no se está tragando estas tonterías. Victoria Nuland, vocera del Departamento de Estado comentó que “Ecuador está tratando de agitar las aguas en este problema”. El Departamento de Estado dice que la OEA es un foro inapropiado para este asunto bilateral. De nuevo, insistía Nuland, “Tratamos asuntos muy importantes en la OEA que tienen que ver con la fortaleza, la salud y la democracia en la región y, francamente, este es un tema secundario”.
Fundamentalmente problemático es ver la doble moral. Si Ecuador y la ALBA están tan preocupados acerca de la inviolabilidad de las dependencias diplomáticas, entonces ¿por qué se salen del camino correcto y adoptan amigos como Irán, Siria y por tanto a grupos islámicos militantes como Hamás y Hizbolá, todos ellos con largos historiales de atentados contra embajadas y promoción de salvajes actos de terrorismo?
Es más, Bolivia, Ecuador y Venezuela han expulsado a los embajadores de Estados Unidos por simple capricho. Y los embajadores de Estados Unidos han sido hostigados por muchedumbres antiamericanas. En junio, los países de la ALBA renunciaron al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), un histórico pacto de seguridad colectiva que simbolizaba la unidad del continente. Ha habido ataques por parte de los miembros de la ALBA a la Comisión Interamericana de
Además, Ecuador y la ALBA hace mucho tiempo que firmaron la sentencia de muerte de la OEA, aunque están dispuestos a revivirla cuando les conviene y si otros se lo consienten. Hugo Chávez, presidente de Venezuela dijo en 2010: “la OEA es como un cadáver que debe ser enterrado”.
La reunión del 24 de agosto de los ministros de Exteriores de la OEA sirve para trivializar y depreciar aún más a una ya débil e inefectiva organización. El objetivo de Ecuador y del grupo de la ALBA es incurrir en unos fuegos de artificio antiamericanos, simple y llanamente. La disposición de tantos otros miembros de la OEA para sobrevalorar la importancia del caso Assange y para elevar la rencilla de Ecuador con Gran Bretaña (e indirectamente con Estados Unidos) a un nivel multilateral es ciertamente desalentador, un producto del comité de ideas regional.
Ecuador y compañía están convirtiendo la OEA en poco más que un escenario para el melodrama diplomático, caro, irrelevante y pagado por el contribuyente. Unos cuantos fracasos más como este y el espectáculo puede estar bajando el telón permanentemente.