Las arenas movedizas del caso MVS
Carlos Mota
¿Tendría derecho el Presidente de la
República, a través de su coordinadora de Comunicación, Alejandra Sota, de
pedir una disculpa pública a la periodista Carmen Aristegui por el fraseo que
utilizó en una emisión de MVS Radio refiriéndose al supuesto alcoholismo del
Ejecutivo mexicano?
¿Quién tiene razón, Joaquín Vargas y sus acusaciones contra el gobierno federal con relación a la presión para que la periodista se disculpara sobre sus dichos, o el gobierno en la materia del “rescate” de la banda 2.5 GHz que, según Vargas, fue condicionada a la presentación de esa disculpa?
¿Quién tiene razón, Joaquín Vargas y sus acusaciones contra el gobierno federal con relación a la presión para que la periodista se disculpara sobre sus dichos, o el gobierno en la materia del “rescate” de la banda 2.5 GHz que, según Vargas, fue condicionada a la presentación de esa disculpa?
El terreno que pisó Joaquín Vargas, un empresario que ha construido poderosas empresas en el sector restaurantero y de telecomunicaciones, resulta demasiado pantanoso. Pantanoso porque le será muy difícil probar que Dionisio Pérez Jácome y Javier Lozano le profirieron amenazas del calado de las que señaló ayer en su conferencia de prensa, en las que la venganza y el chantaje hicieron su aparición como no lo habríamos imaginado a lo largo del sexenio. Rápidamente Dionisio le desmintió.
Para los complotistas son un dulce las acusaciones de Vargas ayer, y muchos actores públicos cargarán contra Calderón y su equipo por mostrar supuestos visos de autoritarismo bajo los más granados estándares de la época priista antigua.
Pero una cosa es cierta: nadie ha probado que el Presidente sea un alcohólico y que su posible afición por las bebidas espirituosas le haya representado alguna inhibición, siquiera mínima, de sus funciones.
Lo que es un hecho es que mezclar el episodio aquel sobre lo que dijo Carmen con el refrendo de las concesiones de la banda se convierte en un cóctel molotov que nadie quiere tener en la mano. Para los infieles, es como llegar del brazo de la esposa a la fiesta de cumpleaños de la novia: cualquier cosa puede pasar.
Un empresario del más alto nivel del sector telecomunicaciones me dijo: “El Presidente todavía es el Presidente”. No se refería ni por asomo a ningún autoritarismo de Felipe Calderón, sino a que el Ejecutivo tiene, todavía, margen de maniobra para gobernar. Gobernar.
No sé si eso lo calibró adecuadamente Vargas ayer. Porque quien tiene el maneral es Felipe Calderón.
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