martes, 14 de agosto de 2012

Peña y el PRI yerran en su primera agenda legislativa

Leo Zuckermann

Tengo muy presente lo que me dijo Ruchir Sharma, autor del bestseller Breakout Nations: In Pursuit of the Next Economic Miracles, cuando le pregunté qué necesita un gobierno para que su país despegue económicamente. Lo primero que me respondió es un líder cuya prioridad sea la economía; que todo lo demás pase a un segundo plano. “Al punto de la obsesión”, le cuestioné. “Efectivamente —replicó—, debe ser una especie de obsesión del gobierno en turno”. Me dio varios ejemplos. El más conspicuo, desde luego, el del chino Deng Xiaoping, promotor de la transformación económica más exitosa e impresionante de la historia reciente.

Tengo presente esta idea porque, cuando escucho la primera agenda legislativa que piensa promover el siguiente gobierno, encabezado por Enrique Peña Nieto, veo que ha dejado a un lado las reformas económicas para concentrase en políticas. No es por menospreciar estas propuestas que, como he dicho en este espacio, suenan interesantes. Pero los cambios que propone Peña, y que va a apoyar el PRI en el Congreso, son una agenda resultado de la coyuntura política.
Ante la acusación de que el tricolor es un partido corrupto y autoritario, que machacaron panistas e izquierdistas durante la pasada campaña, más la denuncia de presunto fraude electoral por parte de López Obrador, los priistas han reaccionado con tres reformas para combatir la corrupción y la opacidad gubernamental. La primera es ampliar las facultades del IFAI para también transparentar a los gobiernos estatales y municipales así como los poderes Legislativo y Judicial. La segunda es la creación de “una instancia ciudadana y autónoma que supervise la contratación de publicidad entre los gobiernos y los medios de comunicación”. Y la tercera es la fundación de “un órgano con autonomía constitucional que tenga facultades para investigar y sancionar actos de corrupción de los tres órdenes de gobierno y de los Tres Poderes de la Unión”.
Insisto: suenan bien. Pero, de prosperar, su impacto será más político que económico. En cambio, reformas como la laboral, la energética y la hacendaria sí podrían agregar crecimiento en un momento donde los inversionistas reaccionarían positivamente a un México implementando cambios estructurales. Vale la pena destacar que Peña y su equipo habían dicho que estas reformas sería las prioritarias para ellos. Sin embargo, cambiaron de idea y las han dejado para otro momento, demostrando así que su prioridad no es la economía. Es una mala señal para los que consideramos que lo prioritario es un mayor crecimiento de la economía. Me temo que nuestro amigo Sharma, que anda por todo el mundo buscando los nuevos milagros económicos, ya no podrá decir que en México hay un nuevo líder obsesionado con la economía.
Por eso pienso que es un error que Peña y los priistas hayan optado por una primera agenda legislativa impuesta por las circunstancias políticas. Seguramente tendrán sus razones. Que les quede claro, sin embargo, que al promover las tres iniciativas mencionadas, la discusión pública se centrará en ellas durante el interregno y los primeros meses del gobierno peñista. Un debate, por cierto, donde el PRI saldrá golpeado porque, quiérase o no, sus opositores utilizarán la tribuna para seguirlos etiquetando de corruptos y autoritarios. De eso estaremos hablando, no de economía.
Peña corre el riesgo de terminar como Fox o Calderón, que se ocuparon en otros asuntos ajenos a la economía durante sus primeros meses de gobierno. Fox con el tema de los zapatistas que no le redituó nada, y Calderón con la guerra en contra del crimen organizado que, si bien le dio frutos en el corto plazo, acabó siendo una bomba contra él y su partido.
Yo creí que Peña sí se obsesionaría con la economía. Pero al parecer los políticos mexicanos de las últimas épocas tienen una aversión natural a esta agenda. Por lo pronto, que todos los grupos de interés a los que les conviene el statu quo económico descorchen el champagne porque todo indica que no habrá reformas que afecten sus intereses por un buen tiempo.

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