Venezuela: Fantasías bélicas

Por Aníbal Romero
Hace pocos días María Corina Machado, destacada parlamentaria 
democrática, denunció la existencia de un plan secreto, denominado Plan 
Sucre, que transforma sustancialmente la concepción estratégica del 
estamento militar venezolano.
 Con base en lo expuesto por Machado, los dos aspectos más importantes 
del plan son, por una parte, la conversión de Estados Unidos en el 
enemigo principal de Venezuela y, en segundo lugar, la formulación de 
una doctrina de guerra popular prolongada para combatirlo.
 La combinación de ambos elementos indica que el régimen revolucionario 
venezolano considera que la hipótesis bélica más apremiante para el 
país, ante la cual deben crearse los sistemas de defensa y operativos de
 la FAN, es la invasión de nuestro territorio por parte de Estados 
Unidos.
 Es posible que imaginen algo parecido a los casos de Vietnam, Irak y 
Afganistán, con peculiaridades propias de nuestra situación geográfica y
 condiciones socioeconómicas.
 Pienso que estas ideas son producto de fantasías sin fundamento. Para 
empezar, el único escenario concebible para un ataque militar 
significativo por parte de Washington a nuestro país surgiría si a los 
revolucionarios, en otro acto de temeridad, se les ocurriese desplegar 
armas ofensivas (por ejemplo, misiles iraníes) capaces de golpear 
Estados Unidos desde nuestro territorio y copiar los sucesos de 1962 en 
Cuba.
 No creo que Teherán sea tan imprudente como para confiar armamentos 
avanzados a Hugo Chávez, pero si se atreviese a ello Washington no 
precisaría invadir Venezuela, sino ejecutar operaciones aéreas puntuales
 y quirúrgicas contra la amenaza. Aunque quizá nuestros disparatados bolivarianos no lo sepan, Venezuela no es un interés primordial para Washington.
 Es importante, pero no primordial. Chávez se ha esforzado en provocar a
 Estados Unidos, pero allá lo ven como una especie de piedra en el 
zapato: incómodo, pero tolerable. Ni siquiera el petróleo venezolano, 
que Chávez les sigue vendiendo, les quita el sueño, y con tantas 
quimeras y delirios el gobierno revolucionario no se ha percatado de los
 cambios en el panorama energético del "imperio" y sus gigantescos 
desarrollos en petróleo y gas natural.
 El presidente y sus seguidores cercanos viven en un mundo paralelo, 
dominado por la fantasía. Es inexplicable que, si de veras creen en la 
posibilidad de una guerra popular prolongada, adquieran a la vez 
armamentos convencionales, como tanques, aviones de combate, sistemas 
antiaéreos y demás parafernalia propia de guerras ortodoxas, para 
equipar a la FAN. Esas armas sirven para poco más que desfilar y 
entretener niños, y serían presas fáciles en cualquier enfrentamiento en
 serio contra los ultrasofisticados artefactos tecnológicos 
estadounidenses. No se entiende que Venezuela, llena de miseria, 
desencanto y atraso, invierta miles de millones de dólares en un 
aparataje que a la postre no es más que mucho ruido y pocas nueces. 
Tenemos más generales y almirantes que el Ejército de Israel, pero que 
yo sepa nuestros militares pocas veces han disparado un tiro contra un 
enemigo extranjero, y los adversarios de antes, como las FARC y el ELN, 
ahora se han transformado en aliados no tan disimulados.
La brecha entre nuestras verdaderas necesidades estratégicas y los 
armamentos de la FAN no es un problema nuevo, y tampoco la desproporción
 de oficiales superiores con respecto al componente militar global y a 
nuestros genuinos retos geopolíticos, pero con la revolución y sus 
desmanes todo ello se ha agravado. Este es otro legado funesto que habrá
 de corregirse cuando Venezuela comience un nuevo camino.
 
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