miércoles, 22 de agosto de 2012

Yo no me río de Elba Esther


Yo no me río de Elba Esther

Salvador Camarena

Se ha vuelto deporte nacional criticar a Elba Esther Gordillo por sus, singulares pero rutinarias, pifias. En sus intervenciones públicas, como la del lunes pasado, cuando no supo leer una cifra, la líder magisterial regala al respetable increíbles lapsus linguae.
 
Esos dislates se han convertido, gracias a los medios de comunicación y a las redes sociales, en un ritual de escarnio. Representan al mismo tiempo un ejercicio tonto, de saldo negativo para la ciudadanía: bromas, chistes y carcajadas que son en realidad estéril frustración.


Ella se equivoca al hablar, es cierto, pero yerra muy poco cuando de conseguir lo que quiere se trata. Tenemos entonces una risa colectiva que en realidad es signo de una incapacidad ante un poder intocado —¿intocable en el sexenio por venir?— de quien sí domina las reglas de la política.


Una opinión pública que desde el fracaso ríe al tiempo que se sabe condenada a esforzarse más para tratar de enviar a sus hijos a planteles educativos lejanos al poder de “la maestra”. ¿De verdad es ella la que se equivoca en cada intervención pública?


Arturo Cano es coautor junto con Alberto Aguirre de Doña Perpetua (Grijalbo, 2008), biografía política de Gordillo. Periodista de La Jornada, Arturo se queda unos segundos callado luego de que le pregunto si los profesores quieren a la maestra.


“Hay un amplio sector del magisterio que aunque se burle de ella, se ría de sus errores y comparta con el resto de la población la idea de que tiene mala imagen y que llega a ser patética, yo diría que ese sector le reconoce su valentía como dirigente, sabe que es una representante sindical que enfrenta a los poderes, sabe que ella los defiende”.


En cada negociación sindical Elba Esther ha logrado más para su gremio. Por ejemplo, recuerda Cano, en 1989, cuando comenzó su reinado, el salario promedio del magisterio rondaba 1.3 salarios mínimos. Ella prometió a los profesores llevarlos a 4 salarios mínimos promedio y está cerca de ese objetivo, sin contar que además están las prestaciones.


Arturo Cano aporta otro dato. En su opinión, algunas iniciativas, como la película De Panzazo, habrían galvanizado a la líder vitalicia del SNTE. “Odian a Elba Esther, pero más que todo odian que se culpe al magisterio en general de todo el fracaso educativo”.


Otros columnistas han destacado desde hace tiempo que Elba Esther no se debe a la sociedad, sino a su gremio. Y que quienes han fallado al implementar la política educativa necesaria para México son los gobiernos en turno.


Ella, por su parte, manosea la verdad cuando dice que no puede renunciar, que se debe a la decisión del sindicato, que le ha nombrado vitalicia. Una vez más, con enredos nada tontos, le da la vuelta a los cuestionamientos de la ciudadanía.


Con lo anterior en mente, la próxima vez que Elba Esther diga algo en el renglón de las tarugadas, pensemos bien si vale la pena reírse de quien al final de cuentas se sale con la suya.

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