Espontáneo. Irreverente.
Atrevido. Cuestionador. Así surgió el movimiento #YoSoy132 y así sacudió
al País. Con un posicionamiento lejos de las imposiciones ideológicas y
cerca de las preocupaciones ciudadanas. Con una lógica lejana a los
intereses de los poderes fácticos y cerca de quienes los cuestionan.
Rechazó la desinformación y exigió la veracidad; rechazó la manipulación
y exigió el profesionalismo; rechazó las directrices del duopolio
televisivo y logró romper el cerco que con demasiada frecuencia impone.
Armado únicamente con el entusiasmo y los instrumentos de las redes
sociales, cambió el debate preelectoral y lo condujo hacia lo que
realmente importa: la disfuncionalidad de la democracia mexicana y las
peores prácticas que aún la caracterizan.
#YoSoy132 sacudió, electrizó, incidió y lo hizo notablemente. Exhibió
los vínculos entre el poder mediático y el poder político y lo hizo
eficazmente. Obligó a las televisoras a ceder y a los políticos a
recular. Obligó a los candidatos a debatir y a los medios a informar.
Abolló la candidatura de Enrique Peña Nieto y lo forzó a anunciar
reformas que de otra manera jamás habría promovido. Armó marchas
multitudinarias en el Distrito Federal y sacudió conciencias en otros
estados. Colocó –en varios eventos de campaña– al puntero priista contra
la pared. Pero más importante aún: abasteció la esperanza en el País
posible. Cuestionó la pasividad de un País predecible. Le informó al PRI
que ya no podría gobernar de la misma manera: edificando porros,
comprando candidaturas, manteniendo a México en la inamovilidad.
Pero ahora en la coyuntura postelectoral #YoSoy132 enfrenta retos
definitorios y riesgos importantes, más allá de armar asambleas y emitir
comunicados, organizar marchas y promover plantones, gritar "más
escuelas y menos telenovelas", denunciar la elección y llamar a
invalidarla. El movimiento tiene un capital político que no debe
despilfarrar; tiene un impacto mediático que no debe desaprovechar;
tiene un caudal de apoyo que no debe tirar por la borda y lo hará si no
atiende los siguientes riesgos:
1) El riesgo de la radicalización. Hoy #YoSoy132 se ha vuelto un
movimiento político más amplio que el original, más grande que el de 132
alumnos de la Universidad Iberoamericana que le dio origen. Actualmente
reúne muchas banderas, muchas causas, muchos agravios que trascienden
los originalmente planteados. Actualmente abarca a grupos como el
Sindicato Mexicano de Electricistas, la Coordinadora Nacional de
Trabajadores de la Educación, el Frente de Pueblos en Defensa de la
Tierra de San Salvador Atenco, el Frente Popular Francisco Villa.
Organizaciones que llevan años manifestándose contra el Gobierno;
organizaciones con agravios legítimos pero distantes a los originales
que el movimiento estudiantil decía enarbolar; organizaciones con una
imagen más cuestionada entre la sociedad. El riesgo para #YoSoy132 es
acabar engullidos por ellas. El reto para #YoSoy132 es asegurar que eso
no suceda. Mantener la independencia intelectual y la autonomía
política. Solidarizarse con algunas causas pero no asumirlas todas.
Tender puentes hacia otros movimientos sociales pero no sucumbir ante
sus líderes más radicales.
2) El riesgo de la irrelevancia. Hoy #YoSoy132 exhorta a desconocer la
elección e invalidarla, a rechazar la victoria de Enrique Peña Nieto y a
impedir que tome posesión. ¿Pero qué pasará con el movimiento si el
Tribuna Electoral del Poder Judicial de la Federación certifica los
resultados? Si la protesta social contra la imposición no logra
revertirla? Los estudiantes deben pensar táctica y estratégicamente
sobre qué quieren lograr más allá de lo que desean vetar. Y es allí
donde #YoSoy132 se entrampa en una larga lista de demandas que van desde
eliminar las evaluaciones académicas "impuestas por el Fondo Monetario
Internacional, la OCDE y el Banco Mundial" hasta el combate al
neoliberalismo. Un día el objetivo del movimiento parece ser impedir la
llegada de Peña Nieto a la Presidencia; al otro la demanda es la
restitución del trabajo que les fue quitado con la disolución de Luz y
Fuerza del Centro. Un día la meta es tomar Televisa; al otro es marchar
junto al SME. Mas que denunciar, el movimiento debe proponer. Mas que
atacar reformas en puerta, el movimiento debe empujar las propias. Mas
que diagnosticar lo que no funciona del sistema, el movimiento debe
contribuir a cambiarlo.
3) El riesgo de la rigidez. Hoy #YoSoy132 puede quedar ahogado en sus
asambleas, atrapado en la dinámica de las marchas sin rumbo, encajonado
por una estructura que como describe Diego Ángeles Sistac en ADN
político, "los pone contra el reloj y a veces contra sí mismos". La
horizontalidad del movimiento le resta eficacia y especificidad. La
falta de una buena estructura -dinámica y flexible- ha llevado a un
cúmulo de información desigual que confunde a la opinión pública y que
no permite diferenciar cuándo una acción es propia del movimiento y
cuándo no lo es, como en el caso del plantón fuera del IFE que no fue
acordado por la Asamblea Universitaria. Las fricciones internas amenazan
con debilitar la unidad, las agendas contrastantes pueden minarla. Al
movimiento le urge encontrar una forma de procesar las diferencias que
permita –al mismo tiempo– capitalizar las coincidencias. Al movimiento
le urge una dinámica interna que le permita actuar con mayor rapidez,
tomar decisiones con más eficacia, presentarse ante la sociedad con
mayor coherencia.
#YoSoy132 irrumpió en la vida política con una frescura inusitada y
bienvenida. Ahora no debe perderla al sumarse a agendas que no son las
suyas, al apoyar agravios que son los que originalmente atendió, al caer
en posturas atávicas que minan su credibilidad e independencia, al
asumir posturas llamativas pero improductivas. #YoSoy132 le dio la cara
al poder y ahora debe domesticarlo con propuestas prácticas de política
pública. Con medidas específicas que puedan ser atendidas por el Poder
Legislativo y cabildeadas dentro de él. Con iniciativas claras que
contribuyan a democratizar a los medios y obligar a la rendición de
cuentas y la transparencia y la representación ciudadana. Los jóvenes
han señalado los rasgos autoritarios del sistema político mexicano.
Ahora les toca ser su sombra. |
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