El regreso de Ayn Rand
Ayn Rand, la controvertida filósofa y 
escritora ruso-norteamericana muerta en 1982 tiene la extraña cualidad 
de renacer cada tanto y reinstalarse en el debate público cuando menos 
se la espera.
Esta vez llegó de la mano de Paul Ryan, 
el congresista de Wisconsin, ícono del movimiento Tea Party, 
recientemente nominado compañero de fórmula de Mitt Romney. Ryan 
mencionó a Rand como una de sus mayores influencias, lo que lo alinea 
con otros notables randianos como el ex presidente de la Reserva 
Federal, Alan Greenspan, el juez de la Corte Suprema, Clarence Thomas 
(protagonista del debate sobre acoso sexual con Anita Hill), el 
evangelista David Kelley y el co-creador de El Hombre Araña, Steve 
Ditko.
Ayn Rand, cuyo verdadero nombre era 
Alisa Zinovyevna Rosenbaum (su nom de plume lo tomó de su máquina de 
escribir, una Remington Rand), había nacido en San Petersburgo en 1905. 
Su padre era un próspero comerciante, dueño de una farmacia, de la que 
fue despojado cuando los bolcheviques llegaron al poder. Esta 
experiencia resultó decisiva en la evolución ideológica de Rand.
Después de estudiar historia en la Universidad de Petrogrado, logró una visa  a los Estados Unidos, donde se estableció en 1925.
Rand comenzó su carrera escribiendo 
guiones para Hollywood, pero el éxito le llegó en 1943, con la 
publicación de su novela El manantial. La novela narra la historia de 
un brillante arquitecto llamado Howard Roak, que elige trabajar de 
obrero en la construcción antes que renunciar a sus principios 
estéticos.
En El manantial (llevada al cine en 
1949 con Gary Cooper) Rand desarrolla algunos de los temas que más tarde
 configurarían los fundamentos de su filosofía: el hombre superior, el 
individualismo extremo, la preeminencia del capitalismo y la libre 
empresa, la celebración del egoísmo en oposición al altruismo, ideas 
todas que Rand habría de profundizar en su última obra de ficción, La 
rebelión de Atlas, publicada en 1957.
Ambas novelas fueron pobremente 
recibidas por la crítica, pero encontraron un inesperado fervor en el 
público. Los libros de Rand vendieron más de 20 millones de ejemplares 
en todo el mundo y aún venden cerca de medio millón de ejemplares al 
año.
El manantial y La rebelión de Atlas elevaron a Rand a la categoría de gurú del capitalismo heroico.
En esos años caracterizados por la 
psicosis anticomunista y la obsesión por encontrar agentes soviéticos 
bajo la cama, Rand fue la celebridad del momento. Fumaba sin pausa, 
vestía con un aire masculino, se casó con un artista gay y se sumergió 
en un largo affaire con el marido de quien más tarde sería su biógrafa.
Su filosofía, bautizada objetivismo, 
dio origen a todo un movimiento e influenció a varias generaciones de 
conservadores, para quienes la prédica de Rand contra la excesiva 
injerencia del Estado resonaba como música en sus oídos.
Mi filosofía - escribió Rand -es el 
concepto del hombre como un ser heroico, con la felicidad como el 
propósito moral de su vida, con la realización productiva como su 
actividad más noble y con la razón como su absoluto.
La paradoja de esta infatuación 
conservadora con Rand, incluyendo la del flamante candidato a la 
vicepresidencia, es que más allá de algunos principios simplistas como 
la preeminencia de lo individual por sobre lo colectivo, muy pocas cosas
 los unen al objetivismo randiano. Rand era una libertaria atea, 
defensora del aborto  y la libertad sexual, valores difícilmente similares a los que preconiza Ryan, un católico militante. 
Esta misma contradicción se produjo durante la administración de Ronald Reagan, cuando muchos de los miembros de su gabinete se deleitaban citándola.
Esta misma contradicción se produjo durante la administración de Ronald Reagan, cuando muchos de los miembros de su gabinete se deleitaban citándola.
El propio Reagan no parece haber sabido 
mucho de ella ni haberle prestado gran atención. Rand, en cambio, no 
ocultaba su desprecio por Reagan y su opinión sobre bien podría 
encontrar un eco en la actual fórmula presidencial republicana:
Dado que (Reagan) se opone al derecho al
 aborto, no puede ser defensor de ningún derecho. Y visto que carece de 
programa y de ideología, su motivo más factible para entrar en la 
carrera presidencial es el ansia de poder, sentenció.
Mario Diament es periodista, dramaturgo  y fue Director de El Cronista. 
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